«País de cultura muy antigua, de “los primeros hombres”, Armenia pertenece al mundo europeo (occidental, judeo-cristiano). Situada en el extremo de este mundo, gravita hacia su centro, el Mediterráneo. Fiel a su elección histórica, Armenia le dio la espalda a Oriente, y esto le ha supuesto muchas calamidades. (Pero, extraña a Oriente en el espíritu, en la vida cotidiana ha asimilado muchos rasgos del mismo). A pesar de haber sufrido estas calamidades, que la llevaron hasta los “féretros jóvenes” y la “máscara mortuoria”, ha conservado su lengua y su fe, y la rosa -símbolo del arte y de la belleza- se conserva húmeda en sus manos, es decir, viva y fructífera. Para los artistas Armenia es tan valiosa que sufren con y por ella, como con y por “la música y la palabra”, afirmación del poeta que marca el grado más alto de proximidad espiritual.»
Son palabras de la traductora Helena Vidal prologando los textos del poeta Ósip Mandelstam influidos por su estancia en Armenia.
Si estás buscando libros y películas que te preparen, te acompañen o te completen un viaje a Armenia, aquí tienes una lista.
Otros viajes literarios:
[Viajar a Georgia: guía de libros y películas]
[Viajar a Túnez y Sicilia: guía de libros y películas]
[Viajar a Budapest y Hungría: guía de libros, lecturas y películas]
[Viajar a Croacia y los Balcanes: guía de libros, lecturas y películas]
[Viajar a Estambul y Turquía: guía de libros y lecturas]
Libros para viajar a la República de Armenia

Y del cielo cayeron tres manzanas, Nariné Abgarián. Navona, 2023. Traducción del ruso de Irina Bulgakova y Manuel Ángel Chica Benayas. 248 páginas.
Nacida en las montañas armenias de la provincia de Tavush, cerca de la frontera noreste con Azerbayán, Nariné Abgarián se mudó a Moscú en su juventud a causa de los conflictos entre Armenia y Azerbayán. Su lengua de escritura es el ruso y en ruso se publicó esta novela en 2015.
Y del cielo cayeron tres manzanas mezcla lo rural, lo tradicional y cierto toque mágico. El universo de la historia es el de Maran, un pueblo imaginario en lo alto de la montaña. La geografía física en la que se inspira esta localidad es la de la Berd natal de la autora y los pueblos de los alrededores, las estribaciones del Cáucaso Menor que se extienden en la frontera nororiental de Armenia con Azerbayán.
La protagonista de este relato coral es Anatolia, una mujer viuda que prepara su mortaja en soledad y sin molestar a nadie al sufrir una serie de hemorragias. Mientras aguarda una muerte que no termina de llegar, recuerda el pasado, una vida carente del amor de su marido y sin grandes ilusiones. Pero gracias a la vida en comunidad y el celestineo de sus vecinos, Anatolia tendrá una oportunidad de ser feliz.
Es un libro lleno de ternura y humanidad, con toques de humor y lirismo, que retrata una comunidad rural que se enfrenta a penalidades de todo tipo, entre ellas un terremoto, que hace alusión al terremoto con epicentro en la provincia de Lori en 1988 y se calcula que provocó unos 50.000 muertos. El Maran de Narine Abgarián se parece más al Inisfree de El hombre tranquilo que al Macondo de Cien años de soledad.

Los cuarenta días del Musa Dagh, Franz Werfel. Editorial Losada, 2003. Traducción del alemán de Nora Guttman. 840 páginas.
La novela de Franz Werfel, autor nacido en Praga de cultura alemana, fue publicada en 1933 e inspiró a los judíos encerrados en el gueto de Varsovia. Es un novelón que convierte en ficción un episodio real de resistencia de un pueblo armenio al sur de Alejandreta, junto a la actual frontera con Siria, durante el genocidio cometido por los turcos contra los armenios que vivían en territorio otomano.
Se trata de una novela fantástica indispensable para entender el genocidio armenio, llena de referencias y de imágenes que ayudan a entender el alma armenia y la historia de ese pueblo, además del mundo de entreguerras. La novela está protagonizada por un personaje inventado, Gabriel Bagradian, un armenio educado en París que vuelve a Turquía con su mujer francesa y su hijo a la muerte de su hermano para gestionar la empresa familiar que hasta ahora dirigía el difunto y que tendrá que responsabilizarse del destino de su pueblo de origen.
Más allá de ser retrato del genocidio armenio, Los cuarenta días del Musa Dagh es una obra llena de grandes personajes que habla del poder, de la lucha por la libertad, de las relaciones humanas a todos los niveles, de la vida en comunidad, de la identidad o de cómo en los grupos oprimidos también hay quien ejerce su opresión sobre otros.
Nosotros los armenios tenemos uno de los defectos más desgraciados: la pusilanimidad. Esto nos lleva a menudo a rebajarnos. Olvidamos que la cultura de nuestro pueblo es una de las más antiguas del mundo. Madame sabe, por ser esposa de nuestro amigo Gabriel, que fuimos la primera nación que reconoció el cristianismo como religión del Estado, y esto mucho antes que Roma. Tuvimos un imperio magnífico, cuya capital Ani, con sus mil iglesias, era una de las maravillas del mundo. Reyes de sangre armenia reinaron en Bizancio. En la época en que Francia dormitaba aún en el sueño de la barbarie, nosotros contábamos con una literatura clásica. Finalmente hoy día no tenemos por qué ocultarnos. Hasta en este hoyo perdido que no cuenta siquiera con una calle decente, en el transcurso de los años se ha desarrollado una importante biblioteca… Madame nos permitirá, pues, el no demostrar vergüenza ante ella”

Armenia en prosa y en verso, Ósip Mandelstam. Acantilado, 2011. Traducción del ruso de Helena Vidal. 144 páginas.
Una de las figuras literarias asociadas a Armenia y que puede servir de puerta de paso es el poeta simbolista ruso Osip Mandelstam. Mandelstam viajó a Armenia en 1930 y el periplo tuvo un efecto benéfico en su creatividad literaria, ya que retomó la escritura después de un tiempo de vacío. Mandelstam es el autor del “Epigrama a Stalin”, un valiente poema muy crítico con el criminal que leyó a varias personas en el invierno de 1934 y que le supuso la detención y el exilio a los Urales primero y el envío a un campo de castigo después, adonde la muerte le impediría llegar.
De aquel tiempo en la entonces república soviética, el poeta escribió unas prosas que serían recogidas en 1933 bajo el epígrafe «Viaje a Armenia» y unos poemas bajo el de «Armenia». Son estos textos los que recoge este libro de Acantilado.
Acompañan esta obra unas líneas de Nadezhda Mandelstam, esposa del poeta, en los que dice lo siguiente:
El viaje a Armenia no fue un capricho turístico ni una casualidad, sino el fruto, quizá, de una de las corrientes más profundas de la conciencia histórico-filosófica de Mandelstam. Claro que él no lo nombraba así, le habría parecido demasiado grandilocuente, y yo misma no lo percibí hasta muchos años después de su muerte, al hurgar entre sus cuadernos de notas e ir completando, al leer, los pensamientos y palabras que no habíamos tenido tiempo de decirnos. La tradición cultural, para Mandelstam, no se había interrumpido nunca. El mundo y el pensamiento europeos habían nacido en el Mediterráneo: allí empezó la historia dentro de la que él vivía y la poesía dentro de la cual existía. Las culturas del Cáucaso, en el mar Negro, eran aquel mismo libro «en que aprendieron los primeros hombres». No es ninguna casualidad que dijera en un poema, dirigiéndose a Ariosto: «En un solo añil, inmenso y fraternal, fundiremos tu azul y nuestro negro mar». Para Mandelstam la llegada a Armenia significó la vuelta al seno materno: al lugar donde todo había empezado, a la tierra de los padres, a las fuentes, a la fuente. Después de un largo silencio, fue en Armenia donde recuperó los versos, y ya no le abandonaron nunca más…”

Que el bien os acompañe, Vasili Grossman. Galaxia Gutenberg, 2019. Traducción del ruso de Marta Rebón. 144 páginas.
En 1961, el novelista Vasili Grossman viajó a Armenia desde Moscú. La administración soviética comisionó al escritor para que tradujera al ruso el libro de un autor armenio como una especie de compensación tras haber secuestrado su novela Vida y destino, que solo décadas después de su muerte sería publicada. Grossman murió tres años después, en 1964. Y en 1966 se publicaron póstumamente sus crónicas armenias, bajo el título de Que el bien os acompañe.
Este breve libro de Grossman es una maravilla. En él se suceden la crónica literaria, reflexiones sobre política, nacionalismo, arte o identidad, y el relato de momentos divertidísimos y humanos. Un diario para enamorarse de la prosa de Grossman y del país caucásico.
Al hablar con algunos intelectuales armenios, constaté lo grande que es su orgullo nacional: presumían de su historia, de sus generales, de su arquitectura antigua, de su poesía y de su ciencia. ¡Muy bien, estupendo! De todo corazón entendí ese sentimiento sublime.
Pero encontré a otros que insistieron tozudamente en la superioridad nacional de los armenios en todos los ámbitos de la creación humana: arquitectura, ciencia, poesía. Subrayaban la superioridad de las virtudes arquitectónicas del antiguo templo de Garni sobre la Acrópolis, que les parecía meliflua y primitiva; hablando de Tumanyán, el poeta, una señora culta trató de convencerme de que su genio era superior al de Pushkin. Por supuesto, lo principal no es si la arquitectura de Garni es más sofisticada que la de la Acrópolis o si Tumanyán es más genial que Pushkin. Lo esencial, y es una esencia naturalmente triste, es que, en las conversaciones de algunos de mis interlocutores, la poesía, la arquitectura, la ciencia y la historia perdían cualquier significado. Sólo servían para manifestar la superioridad del carácter nacional armenio sobre el de otros pueblos. No era importante la poesía, sino demostrar hasta qué punto el poeta nacional armenio era superior a, supongamos, su homólogo ruso o francés.
Sin darse cuenta, a mis interlocutores se les habían empobrecido el alma y el corazón, pues ya no disfrutaban de la poesía, la perfección arquitectónica y la grandeza de la ciencia, dado que en ello veían únicamente un medio de afirmar su supremacía nacional. Es una aspiración tan limitada y fanática que a veces parece una locura.”

Cuentos y leyendas de Armenia, Reine Cioulachtjian. Anaya, 2005. Traducción del francés de Ana Conejo. 169 páginas.
Aunque en edición dirigida a un público infantil, esta recopilación de narraciones de la tradición oral armenia es un pequeño tesoro recomendable para conocer un poco mejor su cultura milenaria. En los cuentos y leyendas armenios dominan el optimismo y la ternura, incluso ante las contrariedades. Al leerlos, se descubre que la expresión «Y cayeron tres manzanas» es una fórmula de cierre en los cuentos armenios: «Y cayeron tres manzanas, una para quien vio, una para quien contó la historia y una para quien escuchó y creyó».

El viaje a Arzrum durante la campaña de 1829, Aleksandr Pushkin. Minúscula, 2003. Traducción de Selma Ancira. 92 páginas.
Durante la primera mitad del siglo XIX, el Cáucaso se convierte en un lugar de atracción para algunos de los jóvenes aristócratas rusos que inscribieron sus nombres en la historia de la literatura. Uno de los primeros es Pushkin, que fue desterrado en varias localidades de lo que hoy es el sur de Ucrania y Moldavia y allí escribe el poema El prisionero del Cáucaso, título que también dará nombre a un relato posterior de Tolstoi.
Años después, atravesó Georgia y Armenia hasta Erzurum (hoy en territorio turco) para unirse al ejército y escribió una crónica de este viaje.
Los cosacos me despertaron al amanecer. Mi primer pensamiento fue: ¿no tendré fiebre? Pero sentí que, gracias a Dios, estaba sano y salvo; no percibí ningún indicio de enfermedad ni de cansancio. Salí de la tienda al aire fresco de la mañana. Estaba amaneciendo. En el cielo despejado blanqueaba, nevada, una montaña con dos cimas.
-¿Qué montaña es esa? -pregunté, desperezándome, y oí la respuesta:
-Es el Ararat.
¡Qué grande es el efecto de los sonidos! Miraba extasiado la montaña bíblica y veía el arca amarrada a su cima con una esperanza de renovación y vida; y al cuervo y la paloma, símbolos del castigo y de la reconciliación, los vi salir volando…”

La aldea escondida, Susanna Harutyunyan. Armaenia, 2025. Traducción del armenio de Vartan Matiossián. 208 páginas.
Ubicado en las montañas cerca del lago Seván, un pueblo armenio vive sin que el siglo XX lo sepa. Desde las masacres otomanas hasta las persecuciones soviéticas, este lugar clandestino ofrece refugio a quien lo desee, siempre que cumpla con las leyes de su enigmático líder Harut. Cuando una nueva oleada de supervivientes del genocidio llega al pueblo, surge la desconfianza: entre ellos se encuentra una joven embarazada del enemigo. El destino de la que los aldeanos llaman Najchún, «bella», parece sacudir al intransigente Harut más que a ningún otro. Pero, ¿tiene un niño nacido de tanta violencia derecho a existir? ¿Podría estar en peligro el secreto del pueblo?
Publicada originalmente en 2014, esta sí, en armenio, La aldea escondida refleja la mezcla de conciencia histórica, religiosidad ecléctica, leyenda y vida rural que parece envolver la cultura armenia. Un acercamiento contemporáneo a la condición de perseguidos del pueblo armenio.

Hic sunt leones, Katerina Poladjan. Armaenia, 2025. Traducción del alemán de Ibon Zubiaur). 300 páginas.
Hic sunt leones está protagonizada por Helen, una restauradora de libros alemana nacida en Moscú y de ascendencia armenia que viaja a Ereván, la capital de Armenia, para trabajar en la restauración de un evangeliario del siglo XVIII. Un evangeliario es un libro que recoge las lecturas diarias del evangelio en la liturgia, en este caso de la iglesia armenia. Mientras trabaja en la restauración, Helen busca sus propias raíces y se relaciona con un joven armenio que se ha alistado para luchar contra los azerbaiyanos en la guerra por Nagorno Karabaj, región en disputa entre ambos países que, por ahora y desde 2023 está bajo dominio azerí. Junto a esta historia, la novela nos habla de dos hermanos, Anahid y Hrant, dueños de ese evangeliario, única compañía mientras tratan de huir del genocidio.
Me ha gustado Hic sunt leones, un acercamiento quizá prototípico a la tradición armenia. Es decir, desde el yo aunque la escritora escoja la ficción (Poladjan, que publicó la novela en 2019 en alemán, se inspira en su propia historia para construir el personaje principal), desde la diáspora interesada en sus raíces, y hablando del genocidio y tocando la guerra con Azerbayán. Me ha parecido una historia pequeña para la grandeza y las posibilidades de los temas que se tratan, pero eso ya es una cuestión mía, que me gustan los universos extendidos.
Lo cierto es que las ediciones en castellano de obras escritas en armenio son escasísimas. Hay grandes obras de la literatura clásica armenia que no encontrarás en español (y en algunos casos tampoco en inglés o francés) como la Vida de Mashtots (enlace a una traducción al inglés), el poema épico medieval Los temerarios de Sasún o el clásico de la literatura armenia moderna Heridas de Armenia, de Jachatur Abovian.
Más reciente es La casa de los otros, publicado por Mariam Petrosyan en 2009 y traducido al castellano por Edhasa en 2015 con traducción de Xènia Dyakonova en un libro de 960 páginas. La obra está descatalogada y casi da la sensación de que se hubiese hecho desaparecer (no aparece en las búsquedas dentro de la web de Edhasa, aunque sí encuentro este fragmento inicial de 39 páginas). En alguna crítica en Amazon leo que la traducción es horrible.
Películas para viajar a Armenia

Muy cerca de las tierras que Abgarián retrata en Y del cielo cayeron tres manzanas, apenas dos valles más al norte, están los paisajes que retrata una de las películas más importantes del cine armenio, Menq enq, menq sarery, que en castellano sería Somos nuestras montañas, una película de 1969 dirigida por Henryk Malyan sobre un guión de Hrant Matevosyan en el que adaptaba su propia novela.
La película, de bella cinematografía clásica, está en YouTube con subtítulos en inglés, aunque -tristemente- coloreada, lo que le da ese toque falso y pueril propio de esa técnica e impide valorar con detalle su gran fotografía, que muestra con una estética preciosista esas montañas y a sus gentes. También puedes encontrarla en su versión original pero sin subtítulos, por si quieres disfrutar la imagen en blanco y negro.
No es una película que me haya fascinado, pero es interesante como documento testimonial, cultural y etnográfico. La trama gira en torno a la investigación de un policía que quiere empurar a varios pastores por haber matado y comido dos ovejas de otro de ellos, aunque este no quiere denunciarlo porque ya le pagaron. El comienzo de la película es una sucesión de imágenes yuxtapuestas que retratan la actividad frenética del momento histórico: un hongo nuclear, audiencias enloquecidas en conciertos masivos, una carrera automovilística, un gol en un partido de fútbol… una locura colectiva que contrasta con el mundo redundante y tranquilo en una aldea de la montaña armenia.
El tono de la película tiene un tanto de humor del absurdo, con ese sarcasmo rural un poco repetitivo, entre cínico y estoico, y a veces un poco burdo. Ideológicamente me ha sorprendido porque en la pelea a ratos infantil entre el policía soviético (que de cuando en cuando lanza interjecciones en ruso para hacerse valer) y los pastores, hay una evidente crítica al poder que pretende imponer su forma de hacer a la gente común, que más o menos se arreglan entre ellos. A medida que avanza la historia, el policía va -por así decir- pastorizándose progresivamente.

Ravished Armenia o Auction of Souls («Armenia violada» o «Subasta de almas»), película de 1919 dirigida por el cineasta Oscar Apfel, es la primera obra audiovisual que habla del genocidio armenio de 1915. Se trata de una película muda de unas dos horas de la que solo se conservan unos veinte minutos, recuperados en los años 90 del siglo pasado en Ereván, capital armenia.
El cineasta Oscar Apfel, que codirigió junto a Cecil B De Mille el primer largometraje de Hollywood, y que tuvo un papel relevante en los años del cine mudo, se encarga de dirigir una obra comisionada por el Near East Relief, cuyo objetivo era recaudar fondos para lo que fue la primera gran causa humanitaria llevada a cabo de modo organizado. Eso marca el estilo visual de la película, bastante crudo. Otra película comisionada por el Near East Relief fue Alice in Hungerland, de 1921. El hecho de que no sobrevivieran da idea de que no fueron consideradas grandes películas artísticamente hablando.
La película nace de las experiencias reales de Arshaluys Mardiganian, conocida como Aurora Mardiganian, que fue vendida como esclava durante el genocidio y logró acogerse a la protección de un misionero canadiense, escapar a Erzurum primero y luego Tiblisi, para ser finalmente llevada a Estados Unidos.
Aurora tenía dieciséis o diecisiete años cuando llega a Estados Unidos. Allí su experiencia se convierte en libro y película. Ella misma actuó en la película, así como muchos armenios escapados del genocidio y asentados en California, que hicieron de extras. En 2022 se estrenó una película de animación que narra la vida de Aurora, Aurora’s Sunrise.
Los veinte minutos de Ravished Armenia que hoy podemos ver cuentan con subtítulos explicativos y banda sonora que no estaban en la obra original. Comienza con imágenes de la Primera Guerra Mundial, cuyo contexto aprovecharon los gobernantes turcos para llevar a cabo su horrendo crimen. La película recrea escenas de las masacres y en lo que podemos ver se explica cómo los numerosos soldados armenios del ejército otomano son desarmados y ejecutados, cómo se reúne y mata a hombres en las ciudades, empezando por líderes religiosos y políticos, cómo los conciudadanos saquean las casas vacías…
Hay una imagen que no había leído ni visto en ningún sitio. Una banda militar haciendo sonar platillos, bocinas y tambores para tapar el sonido de las masacres en ciudades y pueblos.
Se muestran ahogamientos en masa, en el mar o en ríos… Se dice que la mayor parte de las caravanas que fueron enviadas a morir al desierto estaban compuestas mayoritariamente por mujeres y niños, porque a muchos hombres los habían matado antes. Hay secuestros y violaciones constantes por parte de la gendarmería. Se habla de cómo tras morir, hay registros e incluso se eviscera a los muertos en busca del oro que era creencia popular, todo armenio guardaba. Y esto es exactamente igual a lo que sucedía con los judíos.
La última parte de los 20 minutos nos muestra imágenes que recrean de algo que en el libro se llama juego de espadas, una tortura de los soldados turcos contra las mujeres armenias. Clavaban las espadas en el suelo con la punta hacia arriba y las obligaban a sentarse o las arrojaban sobre ellas. En la película se ve a varias mujeres crucificadas en el desierto mientras un buitre se posa junto a una de ellas. Es algo inexacto, según Aurora Mardiganian relató décadas después, pero lo que sí hacían -según ella- los criminales con uniforme era empalarlas, una muerte bastante más terrible o al menos visualmente más desagradable.

Otra película que habla del genocidio, o más bien de la huida de él, es Nahapet (1977), una de las principales películas del cineasta Henrik Malyan (director de Somos nuestras montañas). La película cuenta la llegada del protagonista, de nombre Nahapet, que en armenio significa también “patriarca”, al pueblo de sus antepasados, después de escapar a la masacre en Turquía, en la que su familia ha sido asesinada.
La trama nos cuenta el regreso de ese hombre traumatizado, de físico tan armenio, por cierto, con esa amplia nariz y esa mirada languideciente, con el párpado de arriba un poco caído, sombreado, que a veces parecen modelo de los cristos bizantinos… Regresa y le cuesta integrarse, pero termina siendo empujado por sus compatriotas a recibir un trozo de tierra en el reparto comunista de las tierras (estamos en época de Lenin) y por su hermana a casarse con una mujer de la zona.
Mientras le seguimos en su nueva vida, se intercalan flashbacks como recuerdos de las escenas que ha presenciado. Una de ellas, hermosamente poética, es la caída de los frutos de un manzano y su descenso a la orilla del mar, donde se pierden en masa. Imagen delicada que recuerda la más gráfica de Ravished Armenia en la que soldados turcos precipitan por la borda a sus prisioneros armenios y que simboliza el cercenamiento de la estirpe del protagonista, ya que la manzana roja es un típico símbolo en bodas armenias y simboliza la unidad y la fertilidad. El manzano puede representar también un árbol de este tipo que en la ciudad de Van.
Finalmente las semillas que Nahapet recibe como única herencia de su padrino y que planta en su nueva tierra, crecen. Y su mujer da a luz. La película termina con Nahapet jurando, al más puro estilo Scarlet O’Hara que jura que plantará un manzano si su hijo crece. El plano final muestra a la familia yendo a plantar ese árbol, que sujeta Nahapet con sus manos.
Es una película hermosa, sin duda, aunque no estamos muy acostumbrados a su ritmo demorado. Se toma su tiempo para retratar los terrenos pedregosísimos en torno al área de Aragats, los gestos y rituales de la vida rural y agrícola o los momentos reflexivos de los diferentes personajes. Hay en la película un punto de humor con el resto de habitantes del pueblo, que tiene algo de coro.

Sobre el genocidio armenio es también otra película de envergadura, Mayrig (1991), del director francés de origen armenio Henri Verneuil, recomendable película de sabor clásico, casi estéticamente anacrónica para su año de estreno. En ella, Omar Sharif y Claudia Cardinale interpretan a los padres de una familia compuesta también por el hijo de ambos y dos hermanas de la madre. La película nos cuenta su llegada a Marsella, como refugiados del genocidio armenio, y nos muestra la vida cotidiana de la familia hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que les pilla en la Francia de Petain, y la graduación del hijo para ir a la universidad.
Tanto en esta película como en Nahapet la banda sonora incluye una balada tradicional armenia que es ya símbolo del genocidio. «Dle Yaman» se llama la canción y narra una historia de amor trágica entre un hombre y una mujer. En la película de 1977 la intérprete es la soprano Melania Abovian.

Mayrig entronca con otra película de un autor franco-armenio, Una historia de locos, de Robert Guédiguian (2015). Curiosamente ambas comienzan recreando el asesinato de Talat Pachá y el posterior juicio de su ejecutor. Talat Pachá o Bajá fue ministro de interior y uno de los líderes de los Jóvenes Turcos, responsable directo de la masacre contra los armenios y fue asesinado en Berlín el 15 de marzo de 1921 por un armenio en venganza o justicia.
Una historia de locos cuenta la historia de el hijo de una familia armenia en Marsella que se une a la lucha terrorista del Ejercito Secreto para la Liberación de Armenia y que en un atentado contra la embajada de Turquía en París hiere y mutila a un civil que pasaba por allí. La trama nos habla de la lucha armada de los armenios durante los 80 y del diálogo entre víctimas del terrorismo y sus verdugos.
Lo curioso es que la historia está inspirada en la historia de un periodista español que escribió un libro sobre el bombazo que sufrió en diciembre de 1980 cuando caminaba por la Gran Vía de Madrid. José Antonio Gurriarán era el subdirector del diario Pueblo en aquel momento y le pilló cerca la explosión de una primera bomba que explotó frente a las oficinas de la TWA en la calle madrileña.
Cuando fue a una cabina para llamar a la redacción, una segunda bomba, esta ante las oficinas de Swissair, le dejó inconsciente e hizo que perdiera las piernas. Gurriarán decidió investigar más sobre Armenia y la lucha detrás de la violencia que lo había discapacitado. Eso le llevó a querer conocer a los terroristas que habían provocado su desgracia. Cuando los tuvo delante, según cuenta en el libro La bomba, los miró a los ojos y les dio una obra de Martin Luther King.

Otra película reciente sobre víctimas del genocidio armenio es Amerikatsi (2022), de Michael Goorjian, que fue candidata al Oscar por Armenia. Nos muestra la historia de un chaval que escapa al genocidio, huye a EE.UU. y, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, vuelve a Armenia con ocasión de la Gran Campaña de Repatriación que lanzó Stalin en 1945-46. Esta campaña buscaba la vuelta de la diáspora armenia a la Unión Soviética. Unos 90.000 armenios de todo el mundo regresaron a la Armenia comunista. La URSS también intentó anexionarse parte de la Turquía oriental, perteneciente a la Gran Armenia histórica, pero con el comienzo de la Guerra Fría y el acercamiento de Estambul a Occidente, las exigencias no prosperaron.
La película recrea la vuelta del protagonista, que es detenido en la Armenia Sovietica como sospechoso por su cosmopolitismo. En la cárcel, donde es condenado a pasar diez años, sigue cada día la vida de una pareja que vive frente a la prisión a través de los ventanales de su casa.

El color de la granada (1969) o Sayat Nova, de Sergei Parajanov, es una película incluida entre las más importantes del cine universal, una cinta que casi podríamos considerar videoarte, inspirada en la vida de una de las figuras más interesantes de la cultura armenia, Harutyuyn Sayatyan, o más conocido como Sayat-Nova, trovador armenio del siglo XVIII.
Sayat Nova nació en Tbilisi. Hay que tener en cuenta que en 1801 tres cuartas partes de habitantes de la capital georgiana eran armenios. Tenía una posición cortesana elevada pero la perdió al enamorarse de la hermana del rey, por lo que comenzó una vida como bardo itinerante. Con 47 años se ordenó cura de la iglesia armenia, aunque estaba casado y tenía cuatro hijos. Fue asesinado con 83 años en el monasterio de Haghpat por los invasores persas.
La película recrea de modo simbólico -muy simbólico- y con una estética muy cuidada algunos episodios de su vida.

I am not alone (2019), de Garin Hovannisian, es un documental que nos cuenta la revolución de terciopelo que en la Semana Santa de 2018 provocó la caída del entonces corrupto primer ministro, que llevaba en el poder desde la caída de al Unión Soviética.
La película muestra lo sucedido aquellos días desde el punto de vista del promotor de aquellas protestas y actual primer ministro desde entonces, Nikol Pashinián.
Por lo tanto, es un documental propagandístico, pero muy interesante -por bien documentado- para conocer mejor un episodio crucial de la historia reciente de Armenia.

Ararat (2002), película del cineasta armenio-canadiense Atom Egoyan.
Durante un control aduanero en la frontera canadiense, Raffi declara que sólo lleva material para una película que se está rodando en Toronto. Sin embargo, un funcionario sospecha que miente y lo somete a un interrogatorio que se convierte en un examen psicológico que revela episodios conflictivos de sus respectivas vidas.
Raffi, de origen armenio, vive obsesionado con el recuerdo de su padre y con los sentimientos que dicho recuerdo suscitan en su madre y en su hermanastra.
