Reseña de ‘Un trabajo para toda la vida’, de Rachel Cusk, y de ‘Pequeñas labores’, de Rivka Galchen

Dos libros que hablan de ser madres por primera vez desde una voluntad literaria coinciden en las librerías españolas este mes de enero de 2023. Pequeñas labores, de Rivka Galchen (Editorial Tránsito), y Un trabajo para toda la vida, de Rachel Cusk (Libros del Asteroide). Dos miradas diferentes de dos mujeres nacidas en Canadá pero criadas en otros países. Galchen, en EE.UU; Cusk, en Inglaterra. 

Ambas escritoras son hijas de gente con buena posición social, cultural y económica. Galchen, hija de académicos israelíes; Cusk, hija de familia rica, estudió en Oxford. Son dos mujeres intelectuales, de clase alta, profesoras de escritura creativa, colaboradoras en revistas y cuando relatan estas experiencias una vive en Nueva York y la otra en Londres. Por situar la posición desde la que se desarrollan sus miradas.


Un trabajo para toda la vida

Autora: Rachel Cusk

Traducción: Catalina Martínez Muñoz

Editorial: Libros del Asteroide

Páginas: 224

Año de publicación: original, 2001 / esta edición, 2023


Rachel Cusk nació en 1967, fue criada en Inglaterra y educada en Cambridge y Oxford. Es ya conocida por el público lector en España ya que Libros del Asteroide le ha publicado otras obras. Segunda casa, que no he leído, apareció en muchas de las listas de mejores libros del año en 2021. Un trabajo para toda la vida fue publicada originalmente en 2001, por lo que lo convierte en un relato pionero de la maternidad, no solo por lo que se cuenta sino por la mirada, crítica y doliente, que pone el foco en lo que tiene de trauma para la madre el nacimiento de su primera hija.

El libro de Cusk me descubre, antes que nada, a una escritora aguda, lúcida, ingeniosa y penetrante. En 2005, Cusk escribió un prólogo para una nueva edición del libro en el que reaccionaba a las críticas furibundas que recibió con la publicación del libro. Este prólogo es ante todo una fantástica reflexión sobre lo que la buena literatura es. 

A los periodistas que me acusaron de ser una madre inepta y poco cariñosa, a los detractores que aún emplean mi nombre como sinónimo de odio a los niños, a los lectores para quienes la sinceridad es equiparable a la blasfemia porque su religión es la de la maternidad, únicamente puedo sugerirles que se lo tomen un poco menos en serio. A fin de cuentas, el sujeto que gobierna este libro es yo, no . La mayoría de quienes me criticaron eran mujeres, por eso aprovecho esta oportunidad para lanzar una sana advertencia a las personas de mi propio sexo. Señoras, esto no es un manual de cuidados infantiles. En estas páginas tienen ustedes que pensar por sí mismas. No les digo cómo deben vivir; tampoco estoy obligada a promocionar su visión del mundo. (…) No escribí este libro porque necesitará su aprobación. Tampoco lo escribí por vanidad, pereza, orgullo o maldad punto no lo escribí porque odiara ser madre, porque odiara a mi hija u odiara a cualquier niño. Lo escribí porque soy escritora, y la ambivalencia que caracteriza las primeras etapas de la crianza me pareció afín a la ambivalencia fundamental que siente el escritor ante la vida, una ambivalencia, oscurecida por la organización de los sistemas sociales ideados por la comunidad humana, que el escritor o artista siempre intenta recuperar y resolver. Para el individuo, el combustible de este deseo de recuperación y resolución son los recuerdos de la infancia, un estado del que el artista quizá nunca llega a salir por completo. En el momento de ser madre, me transformé temporalmente en niña y madre como en mí misma y en otro, y fue esta extraña y fugaz revelación de la psique lo que intenté plasmar en Un trabajo para toda la vida.”

Es curioso porque Cusk retrata aquí las pulsiones fanáticas, la furia del ortodoxo contra el heterodoxo que no compra una visión del mundo simple y edulcorada, la postura del que necesita que todos piensen como él o ella para que el mundo sea correcto pero que muchas veces oculta un celo amargo, un “si yo sufro con este deber, todos tiene que sufrir”, adeptos de facciones que al enfadarse con el hecho de que la realidad no sea utópica, limpia, ordenada, perfecta, ideal, con un sentido cerrado y sin dudas, se enfadan con quienes se atreven a decir que el mundo es caos y es contradicción.

La desigualdad biológica entre sexos

Cusk construye la introducción -que no prólogo- a su libro en torno a una realidad que podría parecer obvia pero que en un mundo en que hay gente enfadada con las diferencias biológicas entre lo masculino y lo femenino y cuyo enfado les lleva a tratar de negarlo, es necesario repensar y reflexionar.

Dar a luz no es solo lo que separa a las mujeres de los hombres: también separa a las mujeres de sí mismas y transforma profundamente la idea que una mujer tiene de la existencia. Otra persona ha existido dentro de ella y, después de dar a luz, ambas viven bajo la jurisdicción de su conciencia. Cuando la madre está con esa otra persona no es ella misma; cuando está sin esa otra persona no es ella misma; por eso es tan difícil separarse de los hijos como quedarse con ellos. Este descubrimiento lleva aparejado la sensación de que la vida se ha empantanado sin remedio en el conflicto o ha caído en una trampa mítica de la que una lucha eternamente por escapar en vano”

E insiste:

El parto y la maternidad son el yunque sobre el que se forjó la desigualdad sexual, y es legítimo que, en nuestra sociedad, las mujeres con responsabilidades, expectativas y experiencias similares a las de los hombres afronten la situación con inquietud. Las mujeres han cambiado, pero su condición biológica no ha sufrido alteraciones”

Y esta afirmación con enorme crudeza:

A raíz del nacimiento de un hijo las vidas de su madre y de su padre divergen, de tal modo que, si antes vivían en un estado de relativa igualdad, a partir de entonces existe entre ellos una especie de relación feudal”

Y así es fácil entender que la maternidad sea una tremenda fuente de contradicciones. Que sea una tremenda fuente de belleza y de horror. Como dice Cusk:

No deberían sorprenderme los violentos contrastes que caracterizan mis sentimientos por mi hija, pero así es. Como a la mayoría de la gente, el amor me ha creado problemas toda la vida”

El libro de Rachel Cusk es en definitiva una búsqueda de la identidad, como tantos grandes libros, diarios, memorias… No busca sacarse en el mejor plano como esas madres que se entregan a la crianza con voluntarismo, que la retratan en selfis impecables, gente que, como dice la autora británica “por orgullo, integridad o alguna oscura lealtad consigo mismos, al ver la situación que han elegido deciden sacarle el mayor provecho”.

De Un trabajo para toda la vida me interesa también profundizar en la diferente forma de relacionarse con el cuerpo de hombres y de mujeres, quizá en parte por esa conciencia de que ese cuerpo es el recipiente para algo tan misterioso y trascendental, por la violencia que va a sufrir.

Este mismo cuerpo encerraba la promesa de una violencia futura, como esas piñatas mexicanas con forma de muñecas llenas de caramelos”

Esa fisicidad tiene que hacer inevitablemente que la profundidad de lo que es ser madre o padre difiera absolutamente. En la mujer, ser madre es algo más identitario por ser físico. Y entiendo que la forma de ser madre sin parir ha de ser diferente. No mejor, no peor, diferente. Como ser padre o madre ha de ser diferente.

Conspiración de silencio ante el parto

En este libro podemos encontrar alguna de esas reflexiones afiladas sobre la maternidad que se han convertido incluso en un tópico, como la idea de una conspiración de silencio ante los dolores del parto, ante las noches sin dormir, ante el desgarramiento que puede llevar aparejado el cambio de no ser madre a ser madre.

Muchas veces pienso que la gente no tendría hijos si supiera lo que le espera, y me pregunto si, como especie, llevamos incorporado un mecanismo darwinista de bloqueo de nuestra capacidad de expresión, de nuestra facultad para exponer la verdad sobre esta cuestión”

Y en un momento que ve fotos del parto en un libro:

Es como si en esas fotografías se desplegará una historia secreta de las mujeres, un relato de sufrimiento oculto por una conspiración. Pero ni siquiera la franqueza de las imágenes parece adentrarse en el misterio del parto. (…) yo, sin embargo, he decidido difundir mis experiencias siempre que se presente la oportunidad; sin embargo, el hecho de no haberme encontrado nunca con una discípula de la verdad, de no haber leído ni oído en la vida una narración sincera del acontecimiento más ubicuo en el mundo, me sugiere la presencia de un horror añadido en torno a este misterio: que en cierto modo, a lo largo de esas horas de tortura, a la mujer se le extirpa un elemento fundamental, y así, después, aunque parezca más o menos idéntica a como era antes, en realidad es un simulacro, un ser sometido a un lavado de cerebro y programado para no dar testimonio de la verdad bajo ningún concepto”

Rachel Cusk tiene clarividencia e ingenio y su estilo se acomoda a ello. Me he quedado con ganas de leer más libros suyos. Este tiene muchas más capas que no me da tiempo a pelar, así que lo dejo con una cita antes de pasar a Pequeñas labores:

Me sigue sorprendiendo lo cerca que está de la realidad la mitología de la maternidad. Necesitaba ser su madre más de lo que ella necesitaba que lo fuese. La perfecta consideración con que quería blindar a mi hija sigue ligada a mí y no puedo cortar el cordón. Veo que el deseo de que sea autónoma es en realidad mío, mi deseo de autonomía con respecto a otro, y que sigue siendo un deseo frustrado”

La buena literatura o al menos la que a mí me gusta, no es moral, es decir, no refleja estereotipos morales, ni buenos, ni malos, sino que en sus personajes hay bien y mal, hay pulsiones que podríamos considerar condenables e incluso actos que lo son. Los seres humanos, todos, damos refugio a sentimientos que a nosotros mismos nos sorprenden, nos provocan rechazo o nos disgustan terriblemente hasta el punto de hacer que nos odiemos. El intento de borrar el mal o los malos ejemplos de la literatura lleva al borrado del ser humano, no a su realización plena, es pura mitología y de la mala.

Para terminar, destacar también cómo el libro de Cusk tiene algo de guía de lecturas, pues va mencionando pasajes o personajes de obras que le sirven para ilustrar algunas de sus reflexiones.


Pequeñas labores

Autora: Rivka Galchen

Traducción: Inga Pellisa

Páginas: 171

Fecha de publicación: original, 2016 / esta edición, 2023


El libro de Rivka Galchen en Tránsito Editorial es mucho más reciente y tiene un tono distinto. Hay en él un feminismo consciente, más propio de la época en la que fue publicada. Ideológicamente es menos contundente, sin embargo, menos agudo. Tiene algo de diario, o de colección de entradas de Facebook, más poético que ensayístico aunque también respira a ensayo hecho de pinceladas. 

Qué es este libro lo explica Galchen en dos citas bien separadas en la obra: 

Yo no quería escribir sobre la puma. Sobre todo porque nunca me habían interesado los bebés, ni las madres; De hecho, esos temas me habían parecido siempre perfectamente no interesantes; puede que hasta me repelieran las madres y los bebés como tema de escritura; y así, después de tener a la bebé, me encontré en la posición (ahora sí interesada en los bebés) de esos personajes políticos que no son capaces de comprender ideas a las que otros han llegado décadas antes hasta que cierto «conflicto» se cruza en sus vidas; como, pongamos, Dick Cheney con su hija, que se casó con una mujer. Pero tampoco en esas quería escribir sobre bebés, sui bien ahora por un motivo distinto. Mi intención, en un principio, había sido escribir sobre otras cosas porque me interesaban esas otras cosas. Y luego quise escribir, muy bien concreto, sobre otras cosas porque tal vez con ello, en realidad, solapadamente, estaría aprendiendo algo sobre la bebé, o sobre los bebés, o sobre tratar con bebés, y esos eran temas sobre los que yo, directamente, tenía muy poco que decir. Al final, sin consultarme demasiado, una camarilla de circuitos neuronales, ronin a su manera, se aliaron contra mí y comenzaron a coordinar sus propios pensamientos, tirando a base de porciones de pizza a un dólar, desde una corte segundona de la calle 38”

Habla de los ronin, esa figura de la tradición japonesa, porque uno de los motores de la narración es la lectura de dos libros escritos por cortesanas japonesas hace mil años, uno de ellos es El libro de la almohada, de Sei Shonagon. En un momento dado habla de esta obra y la describe de un modo que podría asimilarse al propio libro de Galchen:

El libro de la almohada es difícil de encuadrar. No es una novela ni es un diario ni son poemas ni son consejos, pero posee cualidades de cada uno de ellos y debió de tomarse en su época como una especie de miscelánea, un formato habitual. El libro está compuesto de 185 entradas; muchas, bastante breves; algunas, anécdotas; algunas, listas; algunas, sentencias. «Los bueyes deberían tener testuces muy pequeñas, con guedejas blancas», comienza diciendo una corta sección. «Un predicador tendría que ser apuesto», empieza otra, pero entonces el pasaje topa con: «Mas, de veras debo dejar de escribir este tipo de cosas. Si fuera aún lo suficientemente joven, podría arriesgarme a sufrir las consecuencias de poner por escrito tales irreverencias, pero a la edad que tengo debería ser menos impertinente»”

Rivka Galchen nació en 1976, creció en Oklahoma, EEUU, hija de meteorólogos israelíes. Enseña escritura creativa en la universidad de Columbia, en NY, ha publicado dos novelas críticamente alabadas, un libro de relatos y esta colección de pequeños ensayos, Pequeñas labores, originalmente publicada en 2016, que fue traducida al castellano por la mexicana Editorial Antílope en 2018 y ahora traduce de nuevo Inga Pellisa para la Editorial Tránsito en una edición de pequeño formato, como son los de este sello.

Es un libro agradable de leer, poético, en el que también, hay constantemente un interés por las escritoras y por las mujeres escritoras y madres. Una de las entradas del libro es un listado de escritoras y escritores en el siglo XX en el que escribe los nombres y a continuación si tuvieron hijos, qué escribieron y a partir de qué edad, reflejando el hecho de que tener hijos hace más difícil la carrera autoral de mujeres pero no tanto de hombres, aunque es divertido y autoirónico que termine con el escritor de ciencia ficción J.G.Ballard, que fue viudo con tres hijos y que eso no le impidió publicar mientras abrazaba con entusiasmo su condición de padre.

Este interés por la madre que escribe está presente a lo largo de la obra. En última instancia, también hay una reflexión sobre el hecho de que su propia formación lectora careciera de lecturas de obras escritas por mujeres. Dice así:

Durante muchos años, Shirley Jackson fue prácticamente la única «mujer escritora» que yo había leído. Y entonces, cuando andaba por los veinticinco, tuve la contundente experiencia de mirar mis estanterías y descubrir que dichas estanterías estaban llenas de libros escritos casi en exclusiva por hombres. Que no pasaba nada, no iba a montar en cólera por eso, amaba esos libros que había leído. Pero me quedé inquieta, porque eso quería decir que, o bien no había buenos libros escritos por mujeres, o bien yo había leído de un modo que las había esquivado a todas. No había tenido nunca una fase Jane Austen, ni una fase Edith Wharton, ni siquiera una fase George Elliot; asociaba a esas autoras con la pubertad, o con «cortejos», cosas ambas que me producían rechazo. (Ahora sé que era una estupidez). Pero, como he dicho, no iba a montar en cólera conmigo misma, o con el mundo, intentaría leer algunos libros escritos por mujeres y listo. Pero ¿por dónde empezar? topé con un libro escrito por una tal Denis Johnson. (No andaba con mucha gente de letras). Sí, pensé, codiciosa, está bastante segura de haber oído decir que esta Denis -me imaginaba una mujer francesa, o puede que francocanadiense- era muy buena”

Escribir sobre y desde la experiencia de la maternidad está de moda. Evidentemente, la experiencia de lectura desde quien lo ha vivido y quienes no lo hemos vivido ha de ser necesariamente distinta. Pero dejar de lado un libro porque habla de una experiencia no vivida es dejar de lado la mayor parte de la literatura. Creo que una de las cosas más maravillosas de esta es que nos hace viajar, conocer y si no entender al menos contemplar otras realidades. A veces, nos obsesionamos tanto con encontrar relatos que hablen de nosotros o que digan lo que queremos oír, que se nos olvida que la vida, y la literatura, es también descubrimiento. Aquellas personas que necesiten espacios seguros, que los busquen, a mí de cuando en cuando me gusta transitar espacios inseguros. A día de hoy, no necesito un nicho.

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