Reseña de ‘La ciudad de los vivos’, de Nicola Lagioia

Si se contaban los asesinatos que se cometían en Roma, se habría dicho que no era una ciudad especialmente peligrosa. Era violenta en el plano psíquico. Si uno se movía entre sus inmensos municipios respiraba un aire de tensión, de rabia, capaz de inspirar en los maleantes una conducta temeraria y, al mismo tiempo, la rendición total. Parecía incluso que la violación de la ley no pretendía subvertir el orden, sino reafirmar un grotesco estancamiento. Los delitos cometidos en los ambientes criminales desprendían un aire de desequilibrio generalizado. Los delitos entre cónyuges exudaban impotencia. En los asesinatos entre consanguíneos (padre mata a hijo con la escopeta, hermano acaba con su hermano a hachazos), rebullían el rencor y la frustración. Esa noche, sin embargo, en la décima planta de via Igino Giordani, parecía que toda la desesperación, el despecho, la arrogancia, la brutalidad, la sensación de fracaso que reinaba en la ciudad, se hubiera concentrado en un único punto.”

Este párrafo de La ciudad de los vivos, de Nicola Lagioia (Bari, 1973), podría muy bien ser el comienzo del libro, una voz en off de sabor clásico que escuchamos mientras la cámara viaja en un dron hacia la ventana para la apertura de la narración audiovisual que podría hacerse de esta obra. Es un párrafo que resume buena parte de lo que la novela nos cuenta. Cómo un asesinato brutal en un punto concreto se convierte en radiografía de un lugar y un momento. Roma en los 2010.


Portada de La ciudad de los vivos, de Nicola Lagioia

La ciudad de los vivos

Autor: Nicola Lagioia

Traducción: Xavier González Rovira

Editorial: Random House

Páginas: 462

Año de publicación: original, 2020 / esta edición, 2022


El crimen, sucedido en marzo de 2016, golpeó duramente a la sociedad romana y a Italia en general. Dos hombres jóvenes de en torno a 30 años y buena posición socioeconómica asesinaron salvajemente a un chaval de 23 años, residente de una zona más pobre. Los criminales habían pasado los días previos sin dormir, encerrados en el apartamento, ingiriendo drogas y alcohol sin medida, y tratando de atraer al lugar del crimen a diferentes contactos de sus teléfonos. A Luca Varani, la víctima, le ofrecieron 150 euros. Se presentó allí con la idea de ofrecer los servicios sexuales como chapero que a veces prestaba y acabó drogado, torturado y violentamente asesinado por dos tipos que “jugaron a ser Dios”.

Pocos días después, el suplemento semanal de La Reppublica encargó al escritor Nicola Lagioia que hiciese un reportaje sobre el tema. A partir de ahí, Lagioia se obsesionó con el caso y acabó escribiendo este true crime, basado en hechos, entrevistas y amplia documentación, ganador del prestigioso Premio Strega. No hay ficción en La ciudad de los vivos, pero sí altísima literatura.

El interés del escritor italiano estaba impulsado por motivos que él mismo explica en el libro, razones que dotan al relato de suspense hasta que los cuenta con detalle, que convierten al autor en personaje, dando un mayor volumen a toda la narración, y que aportan matices y profundidad a la reflexión sobre la capacidad de los seres humanos para el mal. Lagioia relata su adolescencia complicada en Bari, con problemas familiares y varios episodios de borracheras en las que pudo haber provocado algún accidente grave. Tras uno de ellos, reacciona, se centra y sale adelante. Reflexiona sobre el hecho de que si en alguno de esos episodios el azar hubiera tenido consecuencias graves sobre otras personas, quizá su vida sería completamente diferente.

Una poderosa argumentación en torno a la monstruosidad o no de quien comete crímenes tan brutales y aparentemente inexplicables.

Los monstruos no existen -decía Andreano [uno de los abogados] a los periodistas-, los monstruos los creamos nosotros de vez en cuando para descargar sobre ellos nuestra conciencia.”

¿No es el concepto de monstruo un invento del ser humano para aherrojar en su interior el miedo a cometer vilezas, para poner a buen recaudo sus pulsiones más oscuras, sus bajas pasiones? Si existen Frankestein, Drácula, Hannibal… Si llamamos Monstruo de Amstetten a Josef Fritzl… nos aseguramos de meter el mal absoluto en una categoría, casi una especie, de la que nosotros estamos exentos. Y, sin embargo, como refleja Lagioia, una serie de decisiones erróneas y azares pueden deslizar a cualquier ser humano por la pendiente de la abyección.

Varani [el padre de la víctima] rara vez llegó a definir como “monstruos” a los responsables del asesinato. Dijo que habían hecho algo monstruoso, que se habían comportado como monstruos, pero eran seres humanos, criaturas a las que había que corregir y a las que no les bastaba con la abstracta enunciación de un principio moral.”

El retrato social de una Roma en decadencia

La ciudad de los vivos de la que habla el título de esta novela es la Roma de los poderosos, que se juntan con el inframundo, la ciudad de los muertos, en il mondo di mezzo, para conseguir que estos les hagan algún favor. Conceptos y expresiones todos extraídas de un caso de corrupción masiva en la capital italiana investigada durante los últimos diez años.

Habla así la historia de una suerte de red de vínculos no virtuales que une por la noche a las diferentes clases sociales, que a la luz del día tienen vidas dispares. En ese mondo di mezzo de baja intensidad es donde Marco Prati y Manuel Foffo, asesinos, se encuentran con Luca Varani y cometen su vileza. “La vida de cada uno de ellos iluminaba de forma diferente la ciudad”, explica Lagioia.

Está el hijo de la burguesía intelectual progresista, que se mueve en el ambiente del ocio nocturno gay, cuya familia es de piazza Bologna. Está el miembro de la clase media acomodada, cuyo padre regenta un restaurante, y se dedica a marear la perdiz vitalmente, soñando con proyectos de start-ups, más obsesionado una vez en prisión con que no piensen que es homosexual que con su crimen. Está el hijo de origen albanés adoptado por una familia de feriantes, víctima de su propia necesidad, y cuyo entorno social, de menos recursos, se posiciona contra el elitismo woke y representa al perfil de una creciente parte de la ciudadanía europea, alimentada por los movimientos políticos populistas en auge, la Liga y Cinco Estrellas en la Italia de aquel momento.

El escenario de La ciudad de los vivos, Roma, es también -y aun cayendo en el cliché es necesario repetirlo- un personaje de la historia. Hay algunos pasajes sublimes sobre la decadencia de la ciudad, sobre el alma de Roma y sobre su poder de imantación.

Una ciudad en la que todo había pasado ya. Al cabo de una semana de estancia aquí en Roma, el presidente de Estados Unidos se convertiría en un gilipollas cualquiera. Quien sienta necesidad de tener ilusiones, es mejor que evite pasar largas temporadas en la ciudad. En Roma, los poderosos se miran al espejo y ven una calavera, la conciencia de que estamos todos destinados a ser sombra. Que después de Augusto está Tiberio. Que todo hombre tiene un precio. Que la carne es débil. Que en la intersección entre via di Porta Maggiore y viale Manzoni trabaja un limpiacristales con un solo brazo.

Escucha el episodio de ‘El libro del año’ sobre ‘La ciudad de los vivos’

El libro de Nicola Lagioia nos ha servido a algunos para poner en el mapa a este autor italiano que ha escrito otras cuatro novelas, que copresenta un programa radiofónico cultural diario en Rai3 y que ha sido en un par de ocasiones miembro del comité seleccionador del Festival de Cine de Venecia.

Es una novela mayúscula, un trabajo periodístico y literario excelente que nos habla de la condición humana y lo hace con una fina penetración psicológica, hundiendo las manos en el barro y ordenando los hechos con ingenio y brillantez. Tiene la capacidad, propia de las obras maestras, de fotografíar en sus casi quinientas páginas de relato una ciudad y una era.

[Ver más: Crítica de Obra maestra, de Juan Tallón.]

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