Reseña de ‘Timandra’, de Theodor Kallifatides

En 2019, Galaxia Gutenberg publicó Otra vida por vivir, de Theodor Kallifatides. Era la primera traducción del escritor al castellano, un breve ensayo autobiográfico sobre un reencuentro con su Grecia natal tras cincuenta años en Suecia. El libro obtuvo un gran éxito en España. Lo sorprendente es que, antes de esta, el autor greco-sueco había escrito otras casi cuarenta obras, fundamentalmente novelas, que le habían granjeado un gran éxito en su país. Después del éxito de la traducción, Galaxia viene vertiendo otras obras de Kallifatides al castellano. La última de ellas hasta el momento ha sido Timandra, publicada originalmente en 1986.

Timandra es una novela ambientada a finales del siglo V a.C., durante la guerra del Peloponeso, la larga lucha entre Atenas y Esparta que supuso el final de la época dorada de la Antigua Grecia. La novela, más que centrarse en los hechos históricos, políticos, se ocupa de las relaciones entre Timandra, la protagonista y narradora, y Alcibíades, un famoso político y militar ateniense de la época.

Timandra existió, aunque sabemos muy poco de ella. Era una hetera o hetaira, una figura de la Grecia antigua para definir a mujeres que algunos considerarían prostitutas de lujo, otros mujeres de compañía y otros incluso concubinas.

La historia se cuenta desde el final de la vida de Alcibíades, a las puertas de lo que parece una muerte segura para ambos en una aldea de Frigia (actual Turquía). Mientras él duerme, Timandra recuerda su propia vida, el comienzo de la relación con su amante, los hechos políticos protagonizados por este o el contacto con filósofos e intelectuales de su tiempo. La mirada de Timandra, que Kallifatides dibuja como una persona muy culta y formada, reflexiona sobre el amor, sobre algunos hechos culturales, sociales y políticos y sobre la pasión y el deseo.


Portada de 'Timandra', de Theodor Kallifatides

Timandra

Autor: Theodor Kallifatides

Traducción: Carmen Vilela Gallego

Editorial: Galaxia Gutenberg

Páginas: 190

Año de publicación: original, 1986 / esta edición, 2022


“¿Qué dirán de nosotros en el futuro? No de mí, por supuesto, a mí me olvidaran. El amor no hace historia. La historia del amor muere cuando mueren aquellos que aman.

Pero la vanidad y sus actos crean historia. ¿No es extraño y trágico?

A él lo recordarán; a mí me olvidarán. Recordarán sus batallas, sus maquinaciones, su lucha por el poder. Nadie recordará mi lucha, porque no ha dejado huella en cuerpos humanos. En consecuencia, me olvidarán.

Quizá por eso estoy escribiendo. Por supuesto, no quiero ser olvidada, al menos, no por mi hija.

¿Por qué nos inquieta que nos olviden?

Porque la única eternidad que existe es el recuerdo de los hombres, no disponemos de otra”

'La morte di Alcibiade', óleo sobre lienzo de Michele di Napoli
La morte di Alcibiade, Michele di Napoli, 1839 (Museo di Capodimonte, Nápoles)

Kallifatides presta ese servicio a Timandra, dándole voz, y evoca su vida y la relación con Alcibíades a través de un estilo elegante y un ritmo fluido. Los párrafos son cortos y hay pocas subordinaciones en la estructrua sintáctica. Él mismo explica que al escribirlo originalmente en sueco evitó cuidadosamente cualquier palabra del idioma escandinavo que procediera del latín, ya que cuando se supone que Timandra escribe, en torno al año 400 a.C., es una época previa al imperio romano. Cuestión técnica que, obviamente, no podemos percibir en este latín evolucionado que es el castellano.

En estos tiempos en que hay quien piensa que la poesía de una mujer afroamericana ha de ser traducida por una mujer también racializada, resulta llamativo enfrentarse a la novela de un señor en la que este recrea la voz de una mujer. Es más, de una hetera. Gran valentía o gran temeridad la de Kallifatides. Bien es cierto que el libro fue publicado treinta años antes del Me Too y sus consecuencias. Arriesga Kallifatides, pero ¿no debe cualquier artista que aspire a hacer una obra eterna crear de algún modo en el filo de la navaja?

Como lector, he abordado la lectura con muchísimos prejuicios. Más allá de las consideraciones de corte feminista, me resulta complicado entregarme sin reparos a la construcción de un personaje femenino protagonista por parte de un hombre. Especialmente, cuando la mirada, los pensamientos y la peripecia personal de esta son la materia con la que teje el novelista. Terminada la novela, pienso que Kallifatides sale airoso, aunque me gustaría conocer el juicio sobre el libro de algunas de sus lectoras.

Una irritante sumisión amorosa

En el texto de promoción de la obra, se dice que Timandra es “una de las figuras femeninas más fascinantes de la antigüedad griega. Mujer de una belleza excepcional, supo congregar en su casa a las mejores mentes de su tiempo, desde Sócrates a Eurípides”. No he encontrado textos que apoyen esta reconstrucción pero Kallifatides, en efecto, construye el perfil de una mujer instruida, intelectual, que por lo tanto tiene pensamientos felices, que elabora su narración desde la lógica y la inteligencia. Pero no es una mentalidad racionalista, sino emocionalista.

Las hetairai eran, como su nombre indica, «compañeras», o sea, la versión femenina del hetairos, que era el joven que acompañaba a un adulto en los simposios en una relación pederástica. “La hetera –se cuenta en este detallado artículo de National Geographic– es, por tanto, la mujer con la que se alterna en el espacio de los hombres (incluidas las palestras de los gimnasios) y con la que se mantiene una relación sexual, al margen de que el hombre esté o no casado. Aunque no era una relación formalizada jurídicamente, sí estaba destinada a prolongarse en el tiempo”.

“Las heteras tenían relaciones libres y consentidas, que estaban basadas en una mutua satisfacción: el partenaire debía disfrutar con ellas y ellas debían estar contentas con sus regalos y atenciones”, dice el citado texto. Pero “aunque las heteras podían llegar a tener una autonomía considerable en comparación con las mujeres ciudadanas, no por ello dejaban de depender de los hombres. Su participación en reuniones masculinas como el simposio tenía lugar siempre de la mano de un partenaire. Las mujeres atenienses no podían salir solas, salvo a edad muy avanzada, si querían preservar su integridad, y tampoco lo hacían las heteras, quienes iban acompañadas de sus respectivas parejas o bien en un grupo con otras heteras”.

Pero a pesar de esa autonomía posible y plausible, en Timandra vemos a un personaje dependiente, enamorado hasta el tuétano, absolutamente enganchado emocionalmente a Alcibíades hasta un punto, para mí, muchas veces irritante.

No puedo concebir una vida sin amor, porque sería una vida sin mí. El amor es mi más profundo yo.

Para Alcibíades, en cambio, no era lo mismo. El amor era una parada en su camino hacia el poder absoluto”

Timandra pone así de manifiesto dos formas de amar, la estereotípicamente masculina y la estereotípicamente femenina. Ella ama incondicionalmente. Su amado lo hace como forma de alimentar su narcisismo. Porque Alcibíades es un seductor, amorosa y políticamente.

Será primero líder militar ateniense y luego colaborador de Esparta tras ser depuesto de su cargo. Finalmente, debe abandonar Esparta al descubrirse que está teniendo una aventura con la esposa del rey. Busca entonces el favor de los persas y trabaja para ellos en contra de Atenas y Esparta. La lealtad no era su gran virtud ni política ni amorosamente. Parece ser que Socrates, maestro que le salvó la vida en una batalla y al que él a su vez salvó la vida en otra batalla, estaba enamorado de él. También su mujer, Hipareta, con la que la Timandra novelesca compite, y a la que Alcibíades no dudó en ser infiel numerosas veces.

En una palabra, seguía amando a Alcibíades porque no podía hacer otra cosa. Eso era lo que quise decir aquella noche en el banquete, pero estaba segura de que no me comprenderían. Para los hombres todo era posible. Para mí, solo una cosa”

Quizá Kallifatides trata de ser riguroso a la hora de representar la emoción amorosa de una mujer con las circunstancias de la protagonista. Quizá esa sumisión afectiva a Alcibíades es el único camino de Timandra, que se entrega al amor porque no tiene otra opción en la vida.

En mi vida quería un objetivo y estaba dispuesta a pagar con mi libertad”

Una aguda frase que sirve como resumen y que puede ser aplicada al amor, pero también a ideales políticos, al sentimiento religioso o a la adicción al trabajo.

Share

Puede que también te guste...

5 respuestas

  1. Elena dice:

    Estimado Agustín:
    Pedías opinión de alguna mujer sobre el libro y te la doy. Me ha gustado (hasta he llorado en algún párrafo) y no me parece extraño que un hombre ponga voz a una mujer (ni lo contrario, por supuesto); baste pensar en la Electra de Galdós, en la Laurencia de Lope, en los protagonistas de la Yourcenar o de la Pardo Bazán. Si se piensa que un hombre sólo puede escribir sobre hombres y viceversa, ¡nadie podría hablar de la muerte porque no está muerto! Volviendo a nuestra novela, me pregunto por qué Alcibíades, narcisista hasta la médula, hace que Timandra se salve: 1) porque la ama no, ya que un narcisista no ama a nadie; 2)¿ para que hable de él y cuente su muerte? 3)¿ por exhibir un “gran gesto”? A ver si me dices qué piensas de eso. El tono general de la novela me ha retrotraído a cuando leí, de niña, a Homero y a Virgilio y no creo que haya sido atrevido el autor, sino que ha elegido moverse por lo que conoce y ama y lo hace bien.
    Un saludo cordial,
    Elena

  2. Elena dice:

    Gracias a ti, Agustín, por publicar mi respuesta. Me gustaría saber tu opinión sobre el final de En agosto nos vemos, póstumo de García Márquez. Da lugar a distintas interpretaciones (como ocurría con “el gesto” de Alcibíades) y me gustaría saber cómo lo ves, pues yo tiendo a buscarle tres pues al gato. Gracias.

  3. Elena dice:

    ¡Estupendo, cuento con ello!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *