Theodor Kallifatides, en Un nuevo país al otro lado de mi ventana (Galaxia Gutenberg, 2023) habla de los prejuicios que puede suponer hacerse a un lugar a través de sus obras artísticas:
“Cuando vas a un nuevo país, es posible que hayas leído libros, visto películas, oído historias. De ese modo, lo último que ves es la realidad. Primero ves lo que esperabas ver”
Y sin embargo, pocas líneas más abajo defiende todo ese bagaje al decir que
“En realidad, no existe ninguna razón por la que tengamos que volver a inventar toda la experiencia humana. Los chinos tienen razón. La mayoría de los hombres aprenden de sus errores. Los inteligentes aprenden de los errores de los demás”
Por eso, para aprender de los errores de los demás y un poco también de sus aciertos, te he elaborado una lista de libros, de lecturas y también de documentos audiovisuales (documentales, largometrajes, series) que pueden ayudarte a conocer mejor la cultura y la historia de los Balcanes, especialmente de Bosnia y Croacia.
Libros para un viaje a Croacia, Bosnia y los Balcanes
Cordero negro, halcón gris, Rebecca West. Ediciones B, 2001. Reino de Redonda, 2023. Traducción de Luis Murillo Font. 1306 páginas.
Cuesta entender que este libro, un referente señero de la literatura de viajes, una obra maestra descomunal, no se hubiera reeditado en castellano desde 2001. [Descubro con alegría que Reino de Redonda reedita el texto en enero de 2024, con la misma traducción, aunque yo me referiré a la edición de 2001, que es la que leí]
A lo largo de 1300 páginas, publicadas originalmente en 1941, la escritora británica Rebecca West construye una obra cuyo hilo argumental es un viaje en 1936 por el entonces Reino de Yugoslavia, seis semanas atravesando lo que hoy son Croacia, Bosnia, Serbia, Kosovo, Macedonia del Norte y Montenegro. Un relato del viaje, las personas con las que se va encontrando y los lugares que visita, en los que van apareciendo sus puntos de vista y los de las personas que la acompañan sobre la realidad histórica de entonces, además de extensos relatos sobre el pasado histórico de esos lugares.
Este pasaje del epílogo explica los motivos que le llevaron a escribirlo:
“Nada me había afectado tanto en toda mi vida como aquel viaje por Yugoslavia. En parte se debía a la curiosa coincidencia entre las formas y colores naturales de las zonas occidental y meridional de Yugoslavia y las formas y colores de mi imaginación. Macedonia es el país que yo siempre he visto entre el sueño y la vigilia; desde la infancia, cuando me cansaba de estar donde estaba, deseaba convertir aquel pueblo en algo como Jaice o Mostar, como Bitolj u Ohrid. Pero ese viaje me llegó también al alma porque fue como agarrar una hebra de lana que podía sacarme del laberinto en que, para mi sorpresa, yo me había encontrado encerrada. Era posible que si seguía aquel hilo hasta el final me encontrara ante una puerta cerrada, y que ese laberinto fuera mi única posesión aquí en la tierra. Pero al menos ahora conocía sus recovecos, cada pasillo y cada cámara acorazada, y nada de lo que había acontecido en mi vida antes de ese viaje me había aclarado ninguno de estos misterios.
La experiencia hizo que me dijera a mí misma: «Si pocos años antes del saqueo de Roma una mujer romana hubiera comprendido por qué se iba a producir éste y qué motivaciones inspiraban a los bárbaros y cuáles a los romanos, y hubiera escrito todo lo que pensaba y sentía al respecto, el resultado habría sido útil para los historiadores. Mi situación, aunque menos inapelable, es igual de interesante». Mi deber era pasar todo aquello al papel.
De modo que decidí poner por escrito lo que una inglesa típica sentía y pensaba a finales de los años treinta cuando, convencida de la inevitabilidad de la segunda guerra anglo-germana, había podido seguir las oscuras aguas de ese evento hasta su nacimiento. Ello significaría para mí varios años de retiro. Tenía que escribir una larga y complicada historia, y añadir a eso un relato de mí misma y de las personas que me acompañaron, porque mi objetivo era mostrar pasado y presente uno al lado del otro ya que el segundo era consecuencia del primero”
Inicialmente el libro tal vez enganche porque habla de sitios en los que uno ha estado o le gustaría haber estado, pero a medida que se avanza en la lectura, lo que te cautiva es la calidad literaria de la narración. Me lo acabé dejándome llevar como en una novela, con el añadido para mí del muy jugoso relato histórico y la mirada propia que la autora no tiene reparo en expresar. Este libro es un viaje en sí mismo.
Breve historia de Croacia, Maro Botica. Universidad de Valladolid, 2022. 308 páginas.
Buscando un libro en castellano que me permitiese conocer mejor la historia de Croacia, solo encontré esta obra que además de estar pésimamente editada por la editorial de la Universidad de Valladolid, da la impresión de tener un sesgo católico, especialmente a la hora de abordar los abusos del estado nazi de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial y la cohabitación de la jerarquía católica con el Estado.
Un puente sobre el Drina, Ivo Andrić. RBA Editores, 2016. Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek. 448 páginas.
Una de las obras clásicas de la literatura balcánica del siglo XX, publicada en 1945. El premio Nobel serbobosnio escribió este libro durante la Segunda Guerra Mundial, en Belgrado, después de volverse de Alemania, donde fue embajador del Reino de Yugoslavia ante los nazis.
Un puente sobre el Drina es una novela-río, nunca mejor dicho, y narra la vida de la ciudad hoy serbobosnia de Visegrad a través del puente que sobre el río Drina construye Sokullu Mehmed Bajá, que fue un jenízaro de origen serbio, es decir, que perteneció a esa casta de soldados que el imperio otomano formó con los niños que secuestraba en las tierras que conquistaba.
El relato fluye desde la segunda mitad del siglo XVI, cuando el puente fue construido, hasta la primera guerra mundial, desplegando la vida de la ciudad a lo largo de todo ese tiempo mediante el encadenado y sucesión de historias y personajes que dejan un sabor a las mil y una noches, a magia y a leyenda.
El libro es especialmente atractivo como forma de sumergirse en la cultura de la región porque transmite el carácter mestizo que su historia ha generado. Y el hecho de que el río sea una entidad con tanto peso tiene también una especial significación porque los ríos tienen una gran presencia en el territorio y la vida de Bosnia. Al norte, por ejemplo, el río Sava es la frontera natural con Croacia, y a lo largo del este es precisamente el río Drina el que separa Bosnia y Serbia en buena parte. El río Neretva, cuyo bellísimo valle llega hasta Mostar y su mítico Puente Viejo, atraviesa la llanura Herzegovina y desemboca en un hermoso delta que se abre camino entre las rugosidades de la costa dálmata, ya en Croacia. También hay que destacar el río Pliva y su cascada en Jajce al desembocar en el río Vrbas.
Precisamente cuando visita Jajce, en la crónica yugoslava de la que hemos hablado más arriba, Rebecca West dice que “todos los eslavos del sur consideran el agua una sustancia sagrada, y una cascada es casi la encarnación de un dios”. El libro me pareció una maravilla, en especial porque me encantan las narraciones de la corriente de la Historia y porque tiene algo de relato de una antigua mitología. El espíritu entre lo legendario y lo meramente histórico que recorre el libro me fascinó y me maravilló.
La fortaleza, Mesa Selimović. Automática, 2023. Traducción de Miguel Roán. 492 páginas.
Con La fortaleza, de Meša Selimović, viajamos a la Sarajevo de finales del siglo XVII. Se trata de una novela originalmente publicada por su autor, uno de los grandes de la literatura balcánica del siglo XX, en 1970. Está protagonizada por Ahmet Šabo, un joven que al regreso de la guerra tratará de vivir a su modo, o sobrevivir en una sociedad que le resulta injusta e hipócrita y ante la que desarrolla un existencialismo práctico que como lector me parece a veces tierno, a veces sabio y a veces irritantemente estúpido.
Selimović nos lleva a la mágica Sarajevo, la llamada Jerusalén europea, hoy tan cambiada después del asedio criminal del ejército serbio en los 90, pero que ya entonces era encrucijada entre oriente y occidente. La obra tiene el sabor de las narraciones populares y está protagonizada por unos personajes con personalidades muy marcadas, particulares, que se mueven en esa mezcla de culturas, religiones y tradiciones que genera un espíritu mestizo y al mismo tiempo conflictivo. A lo largo de toda la narración flota una atmósfera de reflexión filosófica, de fábula moral (pero sutil, contradictoria, sin respuestas), en la que predomina una búsqueda del sentido de la vida con una mirada fatalista, humanamente y humanísticamente contradictoria, una mirada que quiere creer en el ser humano pero al mismo tiempo presencia la crueldad y la cobardía humanas en un tiempo y en un lugar específicamente violentos, quizá no tan diferente a otros:
“Vivimos en tiempos difíciles y vivimos vergonzosa y miserablemente. El único consuelo es que los que vivan después de nosotros lo harán en tiempos aún peores y hablarán de nuestros días como tiempos felices”.
Esta edición tiene un epílogo del traductor que ayuda a contextualizar a Selimović, que es también el autor de El derviche y la muerte.
Las sepultureras, Taino Tarvonen. Errata Naturae, 2023. Traducción de Iballa López. 240 páginas.
Publicada originalmente en 2021 en Francia, la obra de esta documentalista franco-finlandesa es una muy interesante narración, breve y ágil, sobre el trabajo en Bosnia y Herzegovina a lo largo de la década pasada de dos mujeres, una que trabaja identificando cadáveres exhumados de fosas comunes de la guerra y otra que contacta con familiares de las víctimas para recoger ADN y obtener datos que ayuden a identificar esos cadáveres. Literariamente no me parece que tenga un valor excepcional pero su carácter testimonial es enorme. También debo decir que si la leyera con todo el bagaje de documentación y lecturas posterior, creo que me aprovecharía más.
(Por cierto, que en Las sepultureras, una de las protagonistas habla de Marsela Sunjic, una escritora de Mostar, nieta del fundador del equipo de fútbol de la ciudad, que escribió dos libros, pero no han sido traducidos al castellano y murió en 2009; uno de ellos es Buenas noches, ciudad, sobre los efectos de la guerra en Mostar)
El Museo de la Rendición Incondicional, Dubravka Ugrešić. Impedimenta, 2022. Traducción de María Ángeles Alonso y Dragana Bajić. 368 páginas.
La edad de la piel, Dubravka Ugrešić. Impedimenta, 2021. Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pištelek. 272 páginas.
La escritora nacida en Zagreb (1949-2023) forma parte junto a Slavenka Drakulić (1949, a quien en España ha publicado Anagrama), y Daša Drndić (1946-2018, ver más abajo) de un triunvirato literario croata conocido como “las brujas”, por haber sido desdeñadas por los nacionalistas croatas.
Hasta su muerte reciente, Ugrešić llevaba exiliada de su país natal desde los 90 por su posición crítica con el nacionalismo dominante, que le había ocasionado presiones y críticas feroces. Casi todo lo que tiene publicado en España está en Impedimenta, que además reeditará El Ministerio del Dolor (que había publicado Anagrama hace más de quince años) en el primer trimestre de 2024.
El Museo de la Rendición Incondicional y La edad de la piel son obras de no ficción. Personalmente, me gustó bastante más esta última, una recolección de ensayos escritos a lo largo de la década de 2010 sobre asuntos diversos, pero fundamentalmente sobre temas relacionados con la evolución ideológica en la región tras la guerra en los Balcanes, sobre todo en Croacia, y artículos de crítica cultural asociada a cuestiones intelectuales, incluyendo críticas a lo que ella llama la cultura del consenso o el dominio masculino en la literatura.
El Museo de la Rendición Incondicional es una suerte de diarios de Ugrešić en sus años como exiliada en el Berlín de los 90. Como es natural, en esas páginas están muy vivos su condición desubicada, sus recuerdos, la relación con su madre y sus amigas de Zagreb o los vínculos personales que establece en Alemania o en sus viajes como conferenciante. Tiene un carácter más testimonial que La edad de la piel, y quizá por ello tiene una menor coherencia en el orden de lo que relata.
De Ugrešić, también en Impedimenta, puedes encontrar las novelas Baba Yagá puso un huevo y Zorro. Y otro libro de no ficción, Ficcionario americano.
La ciudad en el espejo, de Mirko Kovać. Minúscula, 2020. Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pištelek. 441 páginas.
Estas novela de corte autobiográfico publicada en 2007 se desarrolla en la costa dálmata y el área de Herzegovina y Montenegro más pegada a Dubrovnik. El libro construye una historia familiar, con las memorias de infancia y juventud del escritor nacido en Montenegro, cuando era parte del Reino de Yugoslavia en 1938, y muerto en Rovijn, en Istria, en 2013. Por la cercanía geográfica y su influencia económica, Dubrovnik es la ciudad de la que habla el título, un eje en torno al cual pivotan las ilusiones y los deseos de muchos de los personajes del libro, un horizonte aspiracional.
La ciudad en el espejo podría considerarse una recolección de historias de corte folclórico y misterioso, un poco con ese aire a las mil y una noches que encontraba en Un puente sobre el Drina, cuyo hilo argumental es la vida y la mirada de Kovać, que es una mirada magnánima, no moralista, y sin embargo es al mismo tiempo afiladísima y rotunda. Su voz tiene personalidad y una personalidad llena de cruda ironía, con un aire a Mark Twain balcánico, firme en sus juicios pero a la vez comprensivo.
Belladonna, Daša Drndić. Automática, 2023. Traducción de Juan Cristóbal Díaz. 352 páginas.
La región de los Balcanes ha sido el escenario de hechos históricos de tal magnitud e influencia que, inevitablemente, su mejor literatura refleja el carácter pasional de sus habitantes y está cargada de reflexiones sobre la memoria y la identidad. La disolución de la antigua Yugoslavia y las guerras que la acompañaron han consolidado sus diferencias culturales, étnicas (sea esto lo que signifique) y religiosas, acentuando el nacionalismo (y con él, la catetez) de los diferentes países resultantes. Frente a este espíritu provinciano, en Croacia se han alzado voces como las de Dubravka Ugresić (1949-2023) o Daša Drndić (1946-2018), cuya crítica contracorriente del nacionalismo religioso dominante en su país demostró una valentía y un coraje intelectuales admirables.
En Belladonna, Drndić crea el personaje de Andreas Ban, un psicólogo que se acaba de jubilar, para reflexionar sobre la memoria y para hacer memoria de la historia del siglo XX en relación con la ex Yugoslavia, al tiempo que aborda el trauma por el declive físico y la vejez, el abandono personal e intelectual de quien no se presta a encajar con una idea indiscutible de país y sociedad. “Ah, esa discordancia, esa colisión entre aquello que fue y esto que es ahora, qué galimatías”. Belladonna es un libro que actúa como aldabonazo para las conciencias, como recordatorio de que los terribles crímenes sucedidos en Europa durante el siglo XX acaecieron en sociedades como la nuestra, que se refugiaron -y se refugian- en el “no lo sabíamos”.
“Andreas Ban ha leído en alguna parte que las guerras son orgías del olvido. El siglo XX ha registrado enormes catacumbas, almacenes subterráneos de datos en los que los buscadores/investigadores se pierden y acaban abandonando la búsqueda/investigación, catacumbas conservadas y olvidadas, en las que cada vez entran menos personas. El siglo XX, un siglo de gran (re)ordenamiento que acaba en limpieza. Siglo XX: siglo de limpieza y purificación, siglo de borrado. Queda la lengua tal vez, pero esta también se descompone. Una gran carga cae sobre el hombre del siglo xx, y bajo esa carga resulta dañado. ¿No fue Plinio quien escribió que nada en nosotros es tan frágil como la memoria, esa dudosa capacidad que conforma al hombre y lo desbarata?”
Hotel Tito, Ivana Bodrožić. Menoscuarto, 2023. Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pištelek. 208 páginas.
Nacida en Vukovar, Croacia, en 1982, Bodrožić pertenece a una nueva generación de escritoras balcánicas que el balcanólogo español Miguel Roán reunía en este artículo y que me sirvió de guía para descubrirla.
Hotel Tito está ambientada en el verano de 1991, al comienzo de la guerra por la independencia de Croacia. Protagonizada por una niña con la edad y la procedencia de la misma autora por aquellos años, cuenta la vida como refugiada en un hotel con su hermano y su madre, mientras esperan a recibir un lugar en el que vivir y esperan noticias de su padre, desaparecido mientras luchaba con las fuerzas croatas.
La novela no me pareció brillante pero es una buena forma de conocer de primera mano la vida de quienes tuvieron que dejar sus casas por la guerra siendo niñas y niños y convivieron junto a la violencia de una de las guerras más terribles del siglo XX.
Entre los libros que han quedado pendientes son los del escritor serbio Danilo Kiš (1935-1989), del que comencé a leer el volumen de cuentos Enciclopedia de los muertos en Acantilado y no me interesó. No he leído las obras que enumero a continuación pero espero hacerlo en el futuro y añadir reseñas:
Al filo de la razón, Miroslav Krleža. Xórdica, 2020. Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek. 312 páginas.
El autor croata nacido en 1893 y muerto en 1981 disecciona en esta novela la sociedad provinciana de los años de entreguerras, analiza la vida burguesa y dibuja la imagen de los poderosos y de su mente depravada e hipócrita.
De Krleza, la editorial Minúscula publicó El retorno de Filip Latinovicz en 2007 (novela original de 1932) con traducción de Jadranka Vrsalovic-Carevic, que a partir de la mirada de un pintor que vuelve de la entonces Gran Guerra hace memoria de la disolución del imperio austrohúngaro desde las llanuras de la Panonia croata.
Atrapa la liebre, Lana Bastašić. Navona ediciones, 2020. Traducción de Pau Sanchis Ferrer. 272 páginas.
Bastašić es una escritora serbocroata nacida en Zagreb en 1986 cuya familia emigró durante la guerra a Banja Luka, en la región serbobosnia. Estudió en Belgrado y vivió unos años en Barcelona.
La novela está protagonizada por una mujer joven emigrada desde Croacia a Dublin, recibe la llamada de una vieja conocida desde Bosnia, que le pide que vuelva a Bosnia después de doce años alejada del país y la acompañe a buscar a su hermano, desaparecido durante la guerra.
Juntas irán en coche de Mostar a Viena en un viaje que, más que un reencuentro inofensivo entre dos viejas amigas, será un camino a un corazón de las tinieblas profundamente balcanizado.
El libro de las despedidas, Velibor Čolić. Periférica, 2023. Traducción de Laura Salas Rodríguez. 208 páginas.
Velibor Čolić nació en 1964 en la pequeña ciudad de Modrica (Bosnia), donde fueron reducidos a cenizas su casa y sus manuscritos durante la Guerra de los Balcanes. Alistado en el ejército bosnio, desertó en mayo de 1992 y fue hecho prisionero; sin embargo, logró escapar y se refugió en Francia, donde vive actualmente. La editorial Periférica acaba de publicar El libro de las despedidas con traducción desde el francés, que es el diario de un exiliado bosnio en Francia publicado originalmente en 2020. Antes, en 2013, y con la misma traductora, Periférica publicó Los bosnios, “un libro de relatos emocionante y lúcido sobre los muertos de aquella guerra: lápidas, casi, más que capítulos. He aquí, también, la autobiografía de su narrador, un joven escritor bosnio convertido en soldado en medio del Apocalipsis”.
Si quieres seguir ampliando el catálogo y el conocimiento de la literatura balcánica, en La edad de la piel, Ugrešić cita a tres mujeres que según ella han asentado el canon literario femenino croata en el siglo XX: Ivana Brlić- Mažuranić, Marija Juric-Zagorka y Vesna Parun.
He dejado fuera, por otra parte, textos asociados a Istria. Por un lado, hay un artículo sobre la región en L’infinito viaggiare, de Claudio Magris, titulado “Primavera istriana”, y por otro lado, Verde agua, de Marisa Madieri, narra el éxodo de los italianos desde la ciudad de Fiume/Rijeka, cuando pasó de manos de Italia a Croacia, en 1947, y que ha editado Minúscula.
Películas y series audiovisuales para viajar a los Balcanes
The death of Yugoslavia es un documental de la BBC emitido entre 1995 y 1996 y que puedes encontrar subtitulado en castellano en YouTube. Su emisión comenzó cuando todavía no se habían firmado los acuerdos de paz, cinco capítulos emitidos entre septiembre y octubre. Y un quinto en junio de 1996, recogiendo los acuerdos de paz de Daytona, firmados en noviembre de 1995. El documental incluye testimonios de entrevistas grabadas a Slobodan Milošević, Franjo Tuđman, Radovan Karadžić, Alija Izetbegović o Ratko Mladić, entre otros, lo que lo convierte en un documento histórico excepcional.
Antes, se puede ver un capítulo de Novéntame, el programa documental que acompañaba la emisión de la serie Cuéntame, y que dedicó un capítulo a las guerras de los Balcanes, y que en menos de una hora hace un buen resumen, aunque yo recomiendo el documental de la BBC para sumergirte a fondo en el tema.
En relación con la guerra, hay una película reciente sobre la matanza de Srbrenica que es aterradora, pero espectacular. Quo vadis, Aida?, de la directora bosnia Jasmila Žbanić, fue nominada en 2021 al Oscar a mejor película internacional y retrata con gran fidelidad y detalle lo sucedido durante las horas previas a aquel crimen de guerra cometido por los soldados serbios bajo el mando de Mladić. Zbanic también ha dirigido una película sobre un hotel que los serbobosnios convirtieron en burdel en Visegrad; Lukić, el autor de esta barbaridad, ha sido condenado como criminal de guerra por La Haya, del mismo modo que Mladić.
Precisamente, el documental El juicio a Ratko Mladic narra el juicio en el tribunal internacional a este despiadado criminal de guerra.
La película Bajo el sol, de Dalibor Matanić, de 2015, fue también candidata al Oscar a mejor internacional. Es un filme precioso que relata tres relaciones amorosas problemáticas entre chico serbio y chica croata a lo largo de tres décadas: 1991, 2001, 2011. Lo curioso es que son tres historias diferentes pero están interpretadas por los dos mismos actores, lo que de hecho puede dar lugar a confusión en un momento dado.
También dirigida por Matanić es El último artefacto socialista, una serie tragicómica ambientada en una pequeña ciudad croata a la que llegan dos tipos de Zagreb con el proyecto de reabrir la fábrica que antaño había sido el centro de la actividad local. El objetivo de la reapertura es construir un reactor. Marcados por la caída del comunismo y la separación de Yugoslavia, sus habitantes viven en la desesperación y la miseria, y el proyecto de la fábrica los reactivará.
Otra película interesante y reciente es On the Other Side, de 2016, dirigida por el director croata Zrinko Ogresta, un drama ambientado en Zagreb veinte años después de la guerra, protagonizada por una mujer cuyo marido estuvo implicado en actos de guerra y que lleva años sin contacto con la familia.
Antes de la lluvia, del montenegrino Milcho Manchevski, es una película de 1994 que fue nominada al Oscar y ganó el León de Oro de Venecia y los Independent Spirit. Se trata de un largometraje precioso, muy poético, que muestra la espectacular naturaleza montenegrina y el carácter bastante bárbaro de los habitantes de una pequeña localidad de las montañas y las tensiones étnicas y culturales típicas de la zona, especialmente en aquellos años.
Las flores de Harrison, de Elie Chouraqui es una película francesa del año 2000 con reparto internacional, incluyendo a Andie MacDowell, Brendan Gleeson o Adrien Brody. La protagonista es la mujer de un fotorreportero que ha desaparecido mientras cubría la guerra en Croacia y decide ir a buscarlo. Una mirada del conflicto desde Estados Unidos y con el toque hollywoodiense. Más interesante y auténtica es Simpathy for the devil, película también de producción francesa, de 2019, que recrea con gran naturalismo la actividad del reportero de guerra francés Paul Manchard durante el sitio de Sarajevo. Su director es Guillaume de Fontenay.
Good night Sarajevo es un documental de regular calidad que acompaña al periodista bosnio exiliado en Cataluña Boban Minic en un viaje de regreso a Sarajevo, en cuya radio presentaba un programa durante el asedio de la ciudad. Una voz que cada noche alejaba a sus oyentes de la barbarie y que decidió quedarse en Sarajevo para defender su ciudad y convertirse en un soldado sin fusil.