“Qué distinto se ve el siglo XXI desde el siglo XX”, dice la narradora de La memoria del alambre, para poco después confirmar “qué distinto se ve el siglo XX desde el siglo XXI”. Frases aparentemente unívocas que hablan, claro, de la Historia con MAYÚSCULAS pero que sobre todo hablan de cada uno de nosotros: se ven diferentes nuestros 40 años desde los 15, nuestros 15 desde los 40 años, como en el caso de la narradora de la novela de Blasco, que recuerda una adolescencia salvaje en la Valencia de finales de los 80 cuando, venticinco años después, la madre de su amiga Carla se pone en contacto con ella por correo electrónico para preguntarle qué llevaba su hija en los bolsillos el día que fue arrollada por un tren.
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Reseña de ‘La ciudad de los vivos’, de Nicola Lagioia
Seguir leyendo…Si se contaban los asesinatos que se cometían en Roma, se habría dicho que no era una ciudad especialmente peligrosa. Era violenta en el plano psíquico. Si uno se movía entre sus inmensos municipios respiraba un aire de tensión, de rabia, capaz de inspirar en los maleantes una conducta temeraria y, al mismo tiempo, la rendición total. Parecía incluso que la violación de la ley no pretendía subvertir el orden, sino reafirmar un grotesco estancamiento. Los delitos cometidos en los ambientes criminales desprendían un aire de desequilibrio generalizado. Los delitos entre cónyuges exudaban impotencia. En los asesinatos entre consanguíneos (padre mata a hijo con la escopeta, hermano acaba con su hermano a hachazos), rebullían el rencor y la frustración. Esa noche, sin embargo, en la décima planta de via Igino Giordani, parecía que toda la desesperación, el despecho, la arrogancia, la brutalidad, la sensación de fracaso que reinaba en la ciudad, se hubiera concentrado en un único punto.”