Reseña de ‘La península de las casas vacías’, de David Uclés

Si sigues mis opiniones literarias quizá te has dado cuenta de que me gusta comparar la lectura de los libros que me gustan con un viaje. Al emprender el que me ha supuesto La península de las casas vacías lo hacía con dos prejuicios: uno negativo y otro positivo. El libro se define en su primera línea de venta por parte de la editorial, en mayúsculas, como

UNA NOVELA TOTAL SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA EN CLAVE DE REALISMO MÁGICO

La primera parte de la frase fundamentaba mi prejuicio positivo. Me encantaba la idea en que en estos tiempos de novelas breves, sobreabundancia de autoficción perezosa (leo estos días que alguien llama cazurros a quienes criticamos la autoficción como un género poco imaginativo, y no lo habría expresado mejor, lo de poco imaginativo, digo); en estos tiempos, digo, de literatura rentable, horizontes narrativos que limitan en el yo, un escritor al que no conocía nacido en 1990 publicase una novela de 800 páginas sobre la guerra civil que aspirase a ser eso, novela total.


La península de las casas vacías

Autor: David Uclés

Editorial: Siruela

Páginas: 700

Año de publicación: 2024


A cambio, contaba con un poderoso prejuicio negativo al penetrar esta selva narrativa. La segunda parte de la frase: EN CLAVE DE REALISMO MÁGICO.

Porque el realismo mágico provoca un rechazo inicial a mi sensibilidad. Me considero un lector bastante omnívoro, pero aun así, tengo algunos muros mentales. Hay algo en la exuberancia que asocio al realismo mágico, quizá lo que me parece un aparente deseo de evasión en su carácter, que choca con el mío. Es cierto que, aunque tarde, siento que mi espíritu se va sobreponiendo a ciertas estrecheces ideológicas y emocionales que son quizá fruto de mi educación o de mi genética. Quizá es una sobriedad de raíz castellana, un espíritu mesetario, muy pegado a la tierra y a una tierra seca, una mirada profundamente realista, cuya reacción a la fantasía de Alonso Quijano es la burla. Quizá son inclinaciones inevitables como lector.

No lo sé. Solo sé que con estos prejuicios comencé la lectura. Una lectura con doce citas iniciales doce. Qué abuso. Y al mismo tiempo nos dice “eh, que soy consciente de la tradición de la que vengo”. En contra de más de cuatro citas de otros textos antes del comienzo de una novela.

Una saga familiar de Jaén que viaja por Iberia

La península de las casas vacías, de David Uclés, cuenta en tono de realismo mágico la vida de la familia Ardolento entre 1936 y 1939 en Iberia, un país imaginario que incluye lo que en la realidad histórica son España y Portugal. Los Ardolento viven en un pueblo jiennense también inventado que es trasunto de Quesada. La novela relata la vida en el pueblo y las peripecias de los diferentes miembros de la familia por la península, azotada por la guerra civil.

Una de las cosas que al principio no sabía si me gustaba era que el protagonista tenía un nombre alambicado, Odisto Ardolento, como de tebeo de Ibáñez, como de viñeta de humor de La Codorniz. Y encima se nos promete que van a contar la historia de una saga familiar de un pueblo imaginario llamado Jándula. Bueno, Jándula sí me gustó como nombre de pueblo. Pero me recordó a Macondo, a Cien años de soledad, que (pido perdón de antemano a los canonistas de la gran literatura) a mí no me apasiona, o no me apasionó cuando lo leí hace unos años. Me sonaba como a homenaje obvio esa macondianización. Sin embargo, hay algo en el comienzo que me generó un enorme interés y daba a todo un tono solemne. El narrador nos cuenta que en tres años, los que van del 36 al 39, el tiempo que dura el conflicto armado, la cuarentena de componentes de la familia de Odisto van a morir.

El caso es que me dejo llevar, unas páginas, la prosa de Uclés me engancha, escribe muy bien, es muy plástico, muy musical, pero al mismo tiempo nada barroco, de una vistosidad contenida. Y los diálogos. Cuánta verdad, cuánta frescura y cuánta ironía en ellos. Me transporta al campo jiennense. Hay en su relato y en los elementos fantásticos la belleza y humanidad de la poesía lorquiana y una construcción de personajes atractiva, medida, no histriónica.

En La península de las casas vacías, como digo, España no es España sino Iberia, algo que, de primeras, al alejarse de la realidad histórica me hace pensar que también el relato de la guerra será algo ajeno a los hechos documentados. Algo que no me gusta. Pero a medida que la novela avanza ese juego con Iberia se hace creíble, no es fundamental, es casi una mirada ética, un espíritu de entendimiento, una propuesta intelectual. Que suma.

Un narrador que interviene en la Historia

Me choca la primera vez que el narrador interviene en la narración, un juego metaliterario que se empleará a menudo a partir de entonces.

Sobre el retrete no hay gran prosa: un cubo lleno de paja con una tapadera, el cual debía vaciarse con asiduidad, colocado junto al muro de carga trasero del cortijo. Si algún lector encuentra esta descripción somera y quiere más detalles respecto a cómo era el lugar, que me busque y lo llevaré al mismo cubo azul verdoso de mi abuelo, situado en una huerta de Quesada, y tendrá el placer de defecar creando, de algún modo, cierta intertextualidad literaria. Vuelvo a la acción”

Pienso que es difícil que un recurso de ese estilo me funcione. Pero me funciona, y muy bien además, cuento al menos cuarenta intervenciones metaliterarias del narrador o en las que se hace mención a este. Lo que supone a su vez un juego también con el tiempo. Con saber lo que va a pasar. Con una especie de cubismo temporal que permitirá mostrarnos diferentes caras de una realidad en diferentes momentos de la historia. En muchos casos son guiños tiernos, proféticos o desenfadados que me conquistan. Ofrecen algo al lector. Inevitable, claro, pensar en Miguel Unamuno y su Niebla cuando ese narrador interviene y cobra carácter de demiurgo o es comparado con Dios.

En algunas de esas intervenciones, el narrador incluso introduce música, lo cual me parece una ocurrencia creativa inteligente y original que cuadra y eleva la narración.

Entro definitivamente en La península de las casas vacías cuando se nos cuenta en forma de partida de ajedrez la conspiración militar desde el punto de vista de Franco, lo que nos deja claro lo que es una de las características para mí más atractivas del libro: que es realmente una crónica del curso de la guerra civil, aunque esa crónica literaturice algunos eventos. El realismo mágico no impide que sea un recuento muy riguroso de los hechos de la catástrofe bélica. La península de las casas vacías es una novela que contiene todo un manual de literatura, de Historia, de referencias diversas. Y al mismo tiempo es una obra intelectual con la capacidad de aunar elementos fundamentales de la tradición cultural española y occidental.

Una lista de referencias literarias y artísticas

El pueblo recuerda y cuenta lo que puede comprender y lo que consigue transformar en leyenda. El resto pasa a su lado sin dejar huellas profundas, con la indiferencia muda de los fenómenos naturales anónimos, no toca su fantasía y no perdura en su memoria. Esas obras largas y tortuosas fueron para la población un trabajo de otros con dinero de otros. Sólo cuando el fruto de aquel esfuerzo dio como resultado el gran puente, la gente empezó a acordarse de los pormenores y a adornar el surgimiento de la obra sempiterna, real y hábilmente construida con historias fantasiosas que, a su vez, con gran pericia eran capaces de componer y de recordar por los siglos de los siglos”

Son palabras de Un puente sobre el Drina, de Ivo Andrić. Y algo de eso me cautiva de La península de las casas vacías. El de Uclés es un realismo mágico muy particular. Con el toque más asombroso infantil de Alfanhui; la poética lorquiana del Romancero gitano, telúrica y sensual; la tradición cinematográfica española de Amanece que no es poco o La escopeta nacional, pero también el humor absurdo de El milagro de P.Tinto o el realismo dramático de La trinchera infinita de Garaño-Arregi-Goenaga.

Porque para construir esta obra, su autor, David Uclés, ha tirado de una amplia documentación e inspiración. Histórica y artística. Algo que se aprecia claramente. No solamente por las doce citas iniciales sino por las referencias (que no me distraen) a pintores, músicos o escritores.

David me hizo el favor de redactarme una amplia lista de muchas de esas referencias para preparar la entrevista que le hice en el pódcast. Te ofrezco esa lista aquí, completa. Es todo un canon de obras artísticas para llenar el buche intelectual, emocional y literario.

[Listado de libros, películas, pinturas y música que inspiraron o sirvieron de documentación para La península de las casas vacías, de David Uclés]

Ficción histórica original

Habrá que ver cómo conectan con este libro quienes no tengan un interés por la Historia española. Pero creo que tiene esa capacidad de las grandes obras literarias sobre guerra y violencia de hacerte conectar con la historia de cualquier país.

En La traducción del mundo, que recopila las conferencias Weinfeld de Juan Gabriel Vásquez, el autor colombiano habla así de la ficción histórica:

¿Cómo explicar que «los más crueles asesinatos de la revolución francesa» hayan resultado de «la prédica de la igualdad de todos los hombres», y que «las guerras más perversas» resulten de la «prédica del amor»? Es preciso, dice Tolstói, reconocer la intervención de fenómenos que solo cabe llamar accidentales. Pues bien: esas fuerzas ocultas e inexplicadas, esos fenómenos que llamamos accidentales, no reciben, no pueden recibir, la atención del historiador. Son de naturaleza psicológica o emocional, no visibles ni documentables. No los vemos, pero están allí. De estos mecanismos, creo yo, se ocupan las novelas”

La península de las casas vacías se ocupa de esos mecanismos creando una obra ambiciosa nacida de las batallitas familiares de un señor de Jaén cuyo nieto vio en ellas un potencial literario de primer orden. Durante quince años, esta novela ha ido madurando y reformulándose, en un proceso audaz y laborioso que podría haber derivado en un resultado fallido, pero que nos entrega una novela que -según mi criterio de lector recién impactado- se hace un hueco privilegiado en la balda de literatura contemporánea en castellano.

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