Reseña de ‘La familia’, de Sara Mesa

La familia, como la religión, como la patria (la nación), son temas eternos porque son inmortales, valga la perogrullada. Son realidades inherentes al ser humano en su conjunto, por mucho que haya quien aspire a hacerlas desaparecer por considerarlas instrumentos de opresión. Siempre habrá personas que carezcan de familia o quieran renunciar a ella, que no tengan fe alguna, que se consideren apátridas. Pero mientras existan sapiens, habrá familias, habrá religiosidad y habrá sentimiento de pertenencia a un territorio. Habrá amor.


Portada de La familia, de Sara Mesa

La familia

Autora: Sara Mesa

Editorial: Anagrama

Páginas: 224

Año de publicación: 2022


Todo esto para subrayar lo que la novelista Sara Mesa decía a la también novelista Laura Fernández en una entrevista en El País: “La palabra familia debería tener una connotación neutra, como el trabajo. Porque las hay buenas y malas”. Mesa afirma esto en torno a su nueva novela, La familia (Anagrama), la historia de una que está formada por los progenitores hombre y mujer, dos niñas y dos niños. Una familia de clase trabajadora en apariencia normal, en cuyo interior anida un autoritarismo de buenas palabras, impuesto por un padre de rígida moral laica. Un mundo estricto y asfixiante regido por una lógica que se pretende razonable y bienpensante.

Y es precisamente esto lo que añade originalidad al relato. Estamos acostumbrados a historias de padres o madres psicópatas, de opresiones morales religiosas. Aquí la moralidad que aplasta la libertad es un puritanismo laico. Un recordatorio de que el conservadurismo ramplón, la falta de libertad y el despotismo no son algo exclusivo de los sistemas morales religiosos. La amenaza del fanatismo, del celo amargo, está en cualquier ideología.

Es más, cualquier institución que quiera cohesionar e incluso dominar a sus miembros recurrirá al concepto de familia para lograr su objetivo. Partidos políticos, organizaciones criminales, órdenes religiosas… la familia puede funcionar como secta y unir a seres humanos con lazos sectarios.

[También en Anagrama: Obra maestra, de Juan Tallón]

¿Villanos progresistas?

Es curioso que en este 2022 hayan visto la luz tres novelas de autoras de la misma generación (Lucía Lijtmaer, Lara Moreno, Sara Mesa) en las que se retratan personajes -varones- moralmente reprobables que podríamos considerar ideológicamente de izquierdas, e incluso progresistas (más evidente en el caso de Lijtmaer y Moreno, el padre de La familia quizá se considerase progresista en su tiempo pero).

En Cauterio (Lijtmaer) y La ciudad (Moreno), de hecho, los respectivos hombres forman parte de un partido naciente. ¿Qué partido será, será? Por hoy no abundaré más, solo que me parece muy significativo y saludable esta especie de Me Too ficcional que agudiza en el caso de esta generación de mujeres la decepción política vivida por muchos durante la última década.

Sara Mesa, una narradora pura

Pero centrándonos en el análisis del libro concreto, la nueva novela de Sara Mesa pone de manifiesto la forma de entender la literatura que tiene esta autora sevillana nacida en Madrid en 1976. Su estilo es el de la pasión por la pura narración. Dominar la técnica para construir un escenario, un ambiente, personajes que actúan, situaciones mínimas con las que desencadena emociones intensas en el lector.

Ya lo hizo en Un amor. Con asuntos cotidianísimos, con escenas o relaciones de lo más normal, Sara Mesa logra generarte tensión, suspense, incluso miedo. Sus libros tienen mucho de guion dramático. No abunda la poesía en el sentido plástico ni las reflexiones agudas. Sara Mesa es una narradora pura, que quiere ver a los personajes en acción para que conozcamos su psicología. Rehúye la hojarasca, tanto en lo que quiere contar como en la forma de contarlo. Un estilo directo, sin adornos ni filigranas. El libro se llama Un amor, y habla de eso. El libro se llama La familia, y ahí que va, directa, sin ambages.

Me señala el amigo Eduardo Laporte la semejanza del estilo mesiano con el de Flannery O’Connor. Muy precisa la comparación. La misma capacidad de crear sombras a partir de situaciones o personajes aparentemente anodinos. El mismo interés por perturbarnos. La misma mirada empática que no juzga a quienes se comportan de un modo cuestionable. La hondura psicológica. La pasión por el cuento.

Sara Mesa, como O’Connor, ha escrito numerosos relatos breves (tres colecciones lleva publicadas). Y La familia tiene ese carácter de libro de cuentos. Cada capítulo protagonizado por un personaje, por una historia, en diferentes momentos a lo largo de varias décadas, saltando hacia adelante y hacia atrás. La mayor parte de los capítulos podrían funcionar literariamente como piezas independientes que unidas van dando forma a un collage (y también sabemos por la citada entrevista de Laura Fernández que Mesa fabrica collages).

Por ponerle mis peros al libro, alguno de los capítulos (pienso en el de Rosa y el mendigo) puede resultar aburrido o menos atractivo, aunque su estilo narrativo ágil hace que no haya tiempo para pensarlo demasiado. Hay ciertos momentos, sobre todo al comienzo, en que el dibujo de algún personaje (pienso en el padre) puede rayar la parodia y, sin embargo, se agradecen los momentos de humor a lo largo de la historia. Algunos personajes o situaciones, de tan cotidianos, pueden resultar poco originales (el tío tarambana) pero ahí reside el sello de la autora, su talento para contar, para elaborar un tono, para generar ambientes opresivos.

Es evidente que Sara Mesa, libro a libro, ladrillo a ladrillo, camina firme en la consolidación de una obra y de un estilo, de una envidiable personalidad literaria.

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