Los mejores libros de 2023

Si esta entrada se titula los mejores libros de 2023 no es por otra razón que optimizarla para buscadores, no porque de hecho crea que los de esta lista son los mejores libros del año. Pero como seguramente hayas llegado buscando novedades editoriales interesantes, al menos te llevarás unas sugerencias valiosas, una lista muy personal que se irá actualizando a lo largo del año para incluir las lecturas que más me gusten de entre las obras publicadas en España.

Septología, Jon Fosse (De Conatus)

En enero de este año, la pequeña pero criteriosa (palabra que me invento yo ahora) editorial De Conatus publicaba la traducción de Cristina Gómez-Baggethum y Kirsti Bagethum del cuarto tomo de la Septología, que engloba las partes VI y VII. Por entonces ni yo ni muchos lectores conocíamos de la existencia o importancia literaria de este autor noruego.

Después de ganar el Premio Nobel de 2023 por su obra dramática y por sus obras en prosa, la lectura del libro (ahora publicado en un solo tomo por la misma editorial) se hacía perentoria. El libro de Fosse es el relato de la vida de Asle, un pintor ya mayor que viaja por el pasado a través de su flujo de pensamiento. Desde su casa apartada en un pueblo de un fiordo noruego, el fluir circular y repetitivo de su conciencia expone dos universos, el de su propio pasado y el del pasado de otro Asle, el protagonista de lo que podría haber sido otra versión de su vida. En el presente del Asle pintor, una vida sencilla llena de pequeñas rutinas y sin mucho que hacer, este se encuentra e interactúa con las versiones alternativas de él mismo y de otras personas de su vida y reflexiona sobre arte, sobre religión y sobre amor.

Su lectura requiere un acercamiento liberado de prejuicios y estar dispuesto a dedicarle un tiempo sin atropellos ni mentales ni físicos. Además, hay que tener en cuenta que es un libro empapado de misticismo, más que de religiosidad, con una expresión del catolicismo no excluyente de otras formas de acercamiento a lo divino.

El estilo de la narración trata de imitar lo que es el flujo de conciencia humano, el curso de nuestros pensamientos cuando tu cabeza está llena de ellos. No se expresa habitualmente con grandes metáforas, ni complicadas construcciones sintácticas. El estilo es repetitivo, minucioso, circular. Vuelve una y otra vez sobre las mismas ideas, las mismas reflexiones. A veces en torno a visitar a un vecino o irse a dormir a la cama en vez de en un banco en el salón. No aborda necesariamente y todo el rato de cuestiones muy profundas. Tiene algo de salmodia, de oración.

Entras o no entras. Yo he entrado y por eso tengo que recomendarte un libro que ofrece algo diferente, más allá de su prosa sin puntos al final de párrafo y su redundancia de discurso. Un libro que aborda el final de la vida desde ese silencio escandinavo que tanto hemos visto en el cine, desde una mirada trascendente, con un estilo como las olas del fiordo, como latidos languidecientes del corazón, como mantras vitales.

La mala costumbre, de Alana S. Portero (Seix Barral)

El de Alana S. Portero (Madrid, 1978) es una de las novelas de las que más se ha hablado este año en el mercado editorial y aspira a recibir premios nacionales el año próximo. Venía con una fuerte expectación porque en la feria de Frankfurt de 2022 había sido una de las propuestas en español que más interés había atraído. Más allá de la calidad literaria, tiene el atractivo de su premisa narrativa: la infancia y adolescencia de una chica trans en San Blas, barrio obrero de Madrid, en los años 80 y 90.

El peso literario de la obra reside en su tono, en la ternura que nos va llevando a lo largo de una historia de dolor, soledad y represión. De personajes marginados pero no victimizados. La novela tiene algunos grandes momentos, más por esta fuerza al recrear personajes y escenas que por un uso excepcional de la prosa en la creación de un universo geográfico y emocional. Me gusta el comienzo, me gustan las escenas costumbristas en el barrio o la relación de la protagonista con el mundo de las prostitutas trans. A la obra le pesa también la falta de un pegamento narrativo que cohesione las diferentes secuencias, pero lo iluminador del testimonio desde la disidencia (algunos dirán que hay una moda detrás del interés por el tema) y la emoción física que genera hacen este libro uno de los más interesantes y conmovedores del año.

Nada es verdad, Veronica Raimo (Libros del Asteroide)

¿Otro libro de alguien hablándonos de los dramas de su familia disfuncional? Sí. Pero esta vez se trata de un relato de infancia y adolescencia desde el humor. Los dramas de una familia excéntrica y conservadora de Roma en las décadas finales del siglo XX. Se han referido a esta novela de Veronica Raimo (Roma, 1978) como la que escribiría la “nieta díscola” de Léxico familiar de Ginzsburg o que por tono se hermana con la serie Fleabag. Y un poco de todo eso hay.

Nada es verdad ganó el Premio Strega Giovani en 2022 para historias dirigidas a un público joven adulto. No inventa la pólvora y carece de un hilo que sostenga la narración, pero el estilo conciso y directo de Raimo, de calidad literaria, está atravesado por una mirada afilada y un sarcasmo divertidísimo que modelan episodios y personajes memorables en los que no falta el drama pero que a veces no se puede evitar contemplar con una risa, siquiera incómoda.

Te di ojos y miraste las tinieblas, Irene Solà (Anagrama)

Libro extraño y particularísimo este de Irene Solà (Malla, Barcelona, 1990). Licenciada en Bellas Artes, su obra literaria -en catalán- incluye antes de este un poemario y las novelas Los diques y Canto yo y la montaña baila. En Te di ojos y miraste las tinieblas (Anagrama, traducción de Concha Cardeñoso) Solà bebe de leyendas del folclore catalán, de la geografía de la sierra de Les Guilleries, de recetarios medievales y renacentistas, de historias de bandoleros y de sucesos de la historiografía social y política, que actúan como telón de fondo, como hitos en el discurrir de la azarosa vida de los protagonistas del libro. 

Todo eso se mezcla como en el caldero de una bruja en una narración donde el tiempo no es lineal y los personajes, estirpe de mujeres que recorre cuatro siglos, parecen convivir. O sus fantasmas. El tiempo es como un magma que se mezcla y se confunde, y como si fuera una alucinación, o un sueño, la narradora salta años en unas pocas líneas o dedica páginas a un suceso concreto. Las voces de las siete generaciones se solapan.

En Te di ojos y miraste las tinieblas no hay nada de la paz rural con la que los urbanitas estamos acostumbrados a asomarnos literariamente al agro. El libro de Irene Solà tiene la fuerza de los relatos contados desde dentro de la tradición y de la tierra, ese lugar que te permite un tono escatológico, en su doble sentido, tanto en lo que se refiere a hablar de heces, de orines, de cuerpos repugnantes, de coitos, de matanzas de animales, como por su capacidad de referirse a Dios o al Diablo, a la muerte y al más allá, mantener un tono escatológico sin resultar desagradable ni impostada.

Amor sin mundo, Miquel Esteve (Navona Editorial)

Amor sin mundo, de Miquel Esteve, cuenta la relación entre los filósofos Hannah Arendt y Martin Heidegger a lo largo de cincuenta años, entre 1925 y 1975. Acabada la Segunda Guerra Mundial, en 1949, cuando ya vive en Nueva York, la pensadora judía se reencuentra con Karl Jaspers, uno de sus maestros, y recuerda el comienzo de su relación amorosa con Martin Heidegger. Arendt conoció a Heidegger en 1925, cuando ella tenía 18 años y era su alumna y él contaba con 35 y estaba casado. A la llegada de Hitler al poder, Arendt se había marchado a París y Heidegger se convertía en rector de la universidad, institución que puso al servicio de los nazis, a cuyo partido se había afiliado previamente. Tras la visita a Jaspers, que está enfrentado a Heidegger intelectual e ideológicamente, Hannah Arendt retomará el contacto con este, incluso con el conocimiento de la mujer del filósofo, una furibunda antisemita. Una relación que, sorprendentemente, se mantendrá hasta su muerte.

La novela de Miquel Esteve, que recrea una de las relaciones más fascinantes y significativas de la historia del pensamiento en el siglo XX, está escrita en capítulos breves que agilizan la lectura, pero eso no quiere decir que busque gustar desesperadamente a cualquier persona lectora. Su estilo literario es elegante, delicado, lleno de profundidad filosófica y de emoción humana. En ocasiones, muy contadas, el discurso filosófico encorseta el literario, o partes de algunas conversaciones son poco naturales, pero en general las ideas filosóficas de los protagonistas y sus acciones, el desarrollo de su pasión amorosa y de su entusiasmo intelectual se enlazan con acierto y calidad.

Es poco habitual en el panorama editorial español la escritura de novelas con ambientación histórica, y esta lo es, en la que se refleje con hondura los sentimientos y emociones de los personajes, el aire de una época. Lo corriente en la literatura de este tipo son relatos que buscan la trepidación ininterrumpida, el ritmo acumulativo de los hechos, el chute de adrenalina, los giros, la superficialidad de las relaciones y la falta de desarrollo de los personajes. Puede que el camino que elige Esteve sea menos masivo, y observando su recorrido se le supone perfectamente conocedor de los mecanismos de la literatura comercial. La suya, demorarse en una historia que al público general no le va a llevar en masa a comprarla, es una elección consciente y digna de aplauso.

Las despedidas, Jacobo Bergareche (Libros del Asteroide)

La nueva obra de Jacobo Bergareche (Londres, 1976) es una novela breve y precisa. Una historia en principio no muy original: el encuentro estival (azaroso e inesperado) entre Diego, un pijo profesionalmente exitoso, con tres hijos y su matrimonio al borde de una crisis de la mediana edad, y la mujer con la que vivió en la veintena un apasionado rollo adúltero tras la muerte de un ser muy querido. El autor, sin embargo, maneja el relato con la claridad narrativa y la perspicacia psicológica de las novelas cortas de Zweig (pienso en Veinticuatro horas en la vida de una mujer) y lo dota de un lirismo de apariencia sencilla pero conmovedor.

Bergareche maneja muy bien los diferentes planos temporales y de realidad. La persona que lee viaja con fluidez entre el presente y el pasado, entre los hechos palpables y la mente del protagonista. La prosa de Bergareche es delicada y aguda y logra pulsar nuestras emociones con sutilidad. Maneja temas ya muy transitados por la literatura o la música como la nostalgia por pasiones fugaces, la crisis de los cuarenta, la imperfección profunda de una aparente perfección burguesa o lo que pudo ser y no fue. Pero lo hace con elegancia y con las palabras justas -nunca lo son, pero hacer que lo parezca supone mucho talento y esfuerzo-.

Al cerrar el libro, me sacudió el temblor ambivalente de una dulce melancolía.

Querido capullo, Virginie Despentes (Random House)

Quienes busquen en esta novela un panfleto feminista o quienes huyan de ella porque piensen que lo será, pueden transformar sus expectativas. No había leído nada de la francesa Virginie Despentes hasta ahora y mi único contacto con su obra fueron algunos capítulos de la serie Vernon Subbutex, que adapta una de sus obras más importantes. Me acercaba a este libro, a pesar de su éxito en Francia, con una prevención que nacía del miedo a que fuera una historia de abrumadora carga feminista, moralista.

Y Querido capullo está escrita desde una perspectiva de género clarísima, lo que no quita que sea una fantástica novela -construida en forma de relación epistolar- vertiginosa tanto en su ritmo como en la sucesión de ideas que va dejando con la trama, que no se demora en florituras. MeToo, feminismo, adicciones, el paso del tiempo, la fama, las luces y las sombras de las redes sociales… Con un estilo cáustico, con esa valentía y excentricidad que a mí me recuerda al mejor Houellebecq, la escritora francesa toca temas de tremenda actualidad y sin embargo lo hace construyendo personajes y relaciones entre ellos plenos de humanidad, matices y verdad(es).

La fortaleza, Meša Selimović (Automática Editorial)

Con epílogo y traducción del balcanólogo Miguel Roán, La fortaleza, de Meša Selimović, nos lleva a la Sarajevo de finales del siglo XVII. Se trata de una novela que fue originalmente publicada por su autor, uno de los grandes de la literatura balcánica del siglo XX, en 1970. Está protagonizada por Ahmet Šabo, un joven que al regreso de la guerra tratará de vivir a su modo, o sobrevivir en una sociedad que le resulta injusta e hipócrita y ante la que desarrolla un existencialismo práctico que como lector me parece a veces tierno, a veces sabio y a veces irritantemente estúpido.

Selimović nos lleva a la mágica Sarajevo, la llamada Jerusalén europea, hoy tan cambiada después del asedio criminal del ejército serbio en los 90, pero que ya entonces era encrucijada entre oriente y occidente. La obra tiene el sabor de las narraciones populares y está protagonizada por unos personajes con personalidades muy marcadas, particulares, que se mueven en esa mezcla de culturas, religiones y tradiciones que genera un espíritu mestizo y al mismo tiempo conflictivo. A lo largo de toda la narración flota una atmósfera de reflexión filosófica, de fábula moral (pero sutil, contradictoria, sin respuestas), en la que predomina una búsqueda del sentido de la vida con una mirada fatalista, humanamente y humanísticamente contradictoria, una mirada que quiere creer en el ser humano pero al mismo tiempo presencia la crueldad y la cobardía humanas en un tiempo y en un lugar específicamente violentos, quizá no tan diferente a otros:

“Vivimos en tiempos difíciles y vivimos vergonzosa y miserablemente. El único consuelo es que los que vivan después de nosotros lo harán en tiempos aún peores y hablarán de nuestros días como tiempos felices”

No todo el mundo, Marta Jiménez Serrano (Sexto Piso)

Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) contaba ya con un poemario premiado y una novela publicada en Sexto Piso antes de publicar este libro de relatos sobre relaciones amorosas urbanas que ha tenido una gran acogida de crítica y público desde su publicación en los primeros meses del año. A lo largo de los catorce cuentos que componen este catálogo de amores modernos (aunque, eso sí, exclusivamente heterosexuales), Jiménez Serrano despliega una voz original, una prosa que busca sonar coloquial pero que es finamente poética, en la que las paradojas, la ironía, la ternura o el desenfado van marcando el ritmo interno del discurso.

Jiménez Serrano consigue conmover a partir de situaciones cotidianas, de hechos no especialmente originales a los que sabe dotar de brillo con su forma de contar y su mirada. Consigue generar tensión, tristeza, suspense, ternura, irritación y otras emociones gracias a una fina penetración psicológica y a un gran dominio en la técnica del montaje, de los tiempos de la narración, del orden en el que dispone los elementos de la historia.

Como decía, el amor que Jiménez Serrano dibuja en sus historias no es diverso, las historias retratan solo relaciones heterosexuales y, salvo dos o tres excepciones, los protagonistas son jóvenes, de nivel sociocultural medio-alto y pobladores del centro de Madrid. Opción legítima aunque pueda dejar fuera a algunos lectores. El tono sobre el amor es en general pesimista, pero con un pesimismo suave, posmoderno.

Los silencios de la libertad, Guillermo Altares (Tusquets)

Me interesan los ensayos sociológicos que ofrecen claves para entender nuestro tiempo y aquellos de corte político que hablan de la actualidad en un sentido filosófico, con el afán de analizar tendencias, patrones sociohistóricos o movimientos tectónicos y no como mera descripción de hechos.

El ensayo de Guillermo Altares forma parte de esta segunda categoría. A partir de algunos de los acontecimientos políticos más significativos de la historia de Europa, este periodista madrileño que ejerce como redactor jefe de cultura en El País, trata de comprender el proceso por el que determinados avances políticos pueden perderse e incluso puede producirse un aplastamiento de las libertades.

La lucha por la restauración de la democracia en Atenas y su elección por el olvido para la reconciliación (en el año 403 a.C., analizado académicamente en otro ensayo publicado este año: Atenas 403), las guerras de religión, la Revolución Francesa, el derrumbamiento de la República de Weimar y el ascenso del fascismo, la guerra civil española, el Holocausto, la Revolución Rusa y la dictadura soviética o las guerras que siguieron al desmembramiento de la antigua Yugoslavia (la guerra pasada, como denuncia Dubravka Ugrešić en La edad de la piel que se llama en los Balcanes en la actualidad) son algunos de esos episodios que con mayor o menor profundidad permiten recordar que ninguna generación tiene la libertad ganada y que para que haya muchos muertos tiene que haber muchos asesinos.

Este ensayo no abre caminos intelectuales novedosos ni defiende tesis originales y sin embargo es un recomendable catálogo de buenas lecturas, un texto accesible y profundo que sirve como guía de reflexión histórica e intelectual para cualquier momento, pero en especial para estos tiempos de crisis de las instituciones democráticas.

Éramos otros, Andrés Trapiello (Ediciones del Arrabal)

Éramos otros, de Andrés Trapiello

Si en el año en curso el escritor leonés Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, 1953) publica una nueva entrega de sus diarios, recogidos bajo el título general de Salón de pasos perdidos, ten por seguro que estará en mi lista de mejores libros.

Hay libros que se le ofrecen a uno como morada. Alojan, abrazan, recogen confortablemente. Me pasa que me llevan a un mullido sillón, frente a una fuente de calor en el crudo invierno, aunque sea verano, mis pies calzados con unas pantuflas, que son el summum de lo hogareño. Los diarios de Trapiello, que comenzaron a publicarse en 1990 y de los que ya se han dado a la imprenta con este veinticuatro (24), me provocan esas sensaciones.

Éramos otros relata las vivencias del protagonista a lo largo del año 2010, una época la que publica la reedición de su libro Las armas y las letras, en el que España gana la Copa del Mundo de Fútbol o en el que AT viaja a Nápoles, a Menorca, a Bruselas o Badajoz, además de relatar sus habituales estancias en su casa de campo de Las Viñas o sus dominicales visitas al Rastro. Pero si quieres saber del libro más a fondo: Reseña de Éramos otros, de Andrés Trapiello o escucha el jugoso episodio del pódcast en el que lo comento con Eduardo Laporte.

Los astronautas, Laura Ferrero (Alfaguara)

Entre los libros sobre maternidad y los que tratan la relación con los padres y la familia, llevamos un último año bien servido en el panorama editorial español (¿podemos hablar de hartazgo?). Este de Ferrero se suma en su indagación de los vínculos familiares a los recientes La familia, Material de construcción o Vengo de ese miedo.

La narradora de Los astronautas es una mujer nacida en los 80 cuyos padres se separan muy poco después de nacer ella y la gestión que hacen de la ruptura y la forma en la que posteriormente rehacen sus vidas, dejan a la niña en un limbo familiar. Años después, en el presente, la única foto en la que se ve a los tres, desencadena un proceso de documentación e investigación que no es otra cosa que el intento de entender la propia identidad.

Los mimbres con los que Ferrero trabaja son bastante corrientes, pero lo hace con talento narrativo, tanto en el uso de la prosa a pequeña escala, frase a frase, como en el orden que le da a los elementos en el curso general del relato, logrando un ritmo fluido y una gran hondura desde la sencillez en ambos casos. En contra juegan, lo dicho, la sensación de tema trillado en la literatura española reciente y la parte final del libro, en la que tengo la sensación de que se pierde mirada literaria, supongo que comprensiblemente dado lo que se cuenta.

Los árboles, Percival Everett (Deconatus)

Hacer humor requiere un talento particular. Especialmente cuando la comicidad se amasa en el terreno de la literatura, tan propenso a tomarse demasiado en serio. Hacer humor negro con un material tan escurridizo como el del racismo en el sur de Estados Unidos requiere, además y como poco, ser, eso, afroamericano. Ya en 2022 la joven editorial Deconatus nos hizo gozar con el aliento cómico de Joshua Cohen en Los Netanyahus. Con Los árboles, Percival Everett (Georgia, EEUU, 1956) construye una novela entretenidísima en la que se escuchan los ecos de Mark Twain y la violencia de Tarantino para dar a luz un Fargo sureño en tiempos del Black Lives Matter, con su pizco de The Walking Dead (serie rodada, por cierto, en el estado natal de Everett). Una mezcla peculiarísima y extravagante, sí, pero que funciona.

Everett toma el caso real de un asesinato racista ocurrido en Misisipi en 1955, que vuelve en forma de venganza contra los familiares de quienes cometieron el atroz crimen. El autor de la novela subvierte los papeles clásicos y concede el protagonismo a una pareja de policías afroamericanos del MIB (Mississippi Bureau of Investigation), que deben investigar la aparición de cadáveres violentamente mutilados y de muertos que desaparecen y reaparecen en diferentes escenas del crimen mientras se mueven con ironía entre el racismo de los paletos blancos que deben asumir con nostalgia que la autoridad está ahora representada por aquellos a quienes odian. Los árboles elige un humor inteligente y corrosivo para honrar la memoria de cientos de personas afroamericanas linchadas durante décadas y para encauzar la rabia y la indignación ante el racismo reaccionario que ha vivido y vive Estados Unidos recientemente.

Recomendable novela con un ritmo cinematográfico y llena de personajes entrañables y cautivadores cuyo argumento va escalando en locura y desparrame hasta un nivel que, para alguien que, como yo, no frecuenta el género del humor, puede resultar excesivo pero asumible.

M, los últimos días de Europa, Antonio Scurati (Alfaguara)

Tercera entrega de las novelas de Antonio Scurati (Nápoles, 1969) dedicadas a contar la trayectoria de Benito Mussolini desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta -suponemos- su muerte. El lapso de tiempo que recorre esta tercera parte de la saga va de primavera de 1938 hasta primavera de 1940, cuando el dictador fascista toma la decisión de unirse a la guerra del lado alemán, tras comprobar su superioridad bélica frente a los aliados.

De los tres libros publicados hasta ahora es el más breve, en parte porque cubre menos años y en parte porque se percibe una mayor condensación literaria, no solo narrativa sino también en el desarrollo interior de los personajes. La sensación de coralidad en torno a Mussolini era mayor en los libros anteriores. En este, el protagonismo de Mussolini adquiere una mayor solitariedad, acompañada solo por Hitler -ese siniestro y fascinante personaje que acapara todos los focos cuando aparece en cualquier narración siquiera sean unas pocas páginas- y por Galeazzo Ciano, yerno del dictador italiano y ministro de Asuntos Exteriores, que casi podríamos considerar coprotagonista de esta tercera parte.

Disfruté con los dos primeros libros como un gorrino en su charca. Me encanta el tratamiento riguroso de la Historia para tratar de desarrollar la vida interior de personajes históricos y recrear escenas cotidianas y momentos clave. Hay en este tipo de novela histórica, con una voluntad literaria innegable, también un acceso a la verdad histórica y antropológica que le da más peso y volumen al trabajo y que a veces un riguroso tratado histórico no puede lograr. A todo esto se añade que el personaje de Mussolini es una de esas figuras determinantes para explicar un momento irrepetible. Digo que disfruté muchísimo con los dos primeros libros porque con este también he disfrutado muchísimo, pero quizá esa condensación de la que hablo y el hecho de contar unos años tan magnéticos como los que preceden a la Segunda Guerra Mundial han hecho que lo devorara. Recomendabilísimo. Se puede, además, leer sin haber tocado los dos anteriores.

Castillos de fuego, Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral)

Lo mejor que se puede decir de esta novela de Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) es que mientras uno la lee tiene la sensación de estar viendo discurrir la Historia. Castillos de fuego es, ante todo, la monumental recreación de Madrid entre 1939 y 1945, recién acabada la guerra civil, en una sociedad que se reposiciona ideológica y vitalmente. De un Madrid, tal vez podríamos decir, que aspiraba a clase media antes de la guerra y que tiene que replantearse el futuro. Quien para sobrevivir honestamente, quien para hacerlo vilmente y quien para hacerlo como buenamente pueda. Y quien para luchar contra el régimen, viviendo en una ensoñación que solo pasado el tiempo sabemos que fue estéril, el prólogo de media vida a la sombra de la dictadura.

Como digo, el trabajo de documentación y recreación es impresionante. La construcción narrativa para ir desplegando las diferentes historias de los protagonistas supone un trabajo literario titánico a lo largo de casi setecientas páginas. Y, sin embargo, las tramas, las problemáticas, la mirada de los personajes y sus motivaciones, el imaginario de la novela, me suenan a ya transitado. Tengo la impresión de que lo narrado, el universo que ha construido, no quedará grabado en mi corazón con la fuerza que pediría a un trabajo de estas características. El tono de Martínez de Pisón es distanciado, atemperado, no hay fuegos artificiales en tramas y personajes. Algo que podría ser a la vez un elogio o una crítica, dependiendo de gustos personales. Son gentes bastante normales, sus recorridos no tienen giros espectaculares. Lo dicho, como ver pasar la Historia en formato inmersivo.

El retrato de casada, Maggie O’Farrell (Libros del Asteroide)

Maggie O’Farrell (Irlanda del Norte, 1972) regresa a las librerías en español con El retrato de casada, con traducción de Concha Cardeñoso, la recreación ficcionada de la vida de Lucrezia de Médici, hija de Cosimo di Medici y de la aristócrata española Leonor Álvarez de Toledo, que fue a su vez hija del virrey de Nápoles más famoso, don Pedro de Toledo. Casada muy joven con Alfonso II del Este, duque de Ferrara, murió con 16 años de tuberculosis, aunque se especuló con que pudo ser envenenada por su marido.

A esta tesis se abraza O’Farrell para construir con su característica elegancia y penetración el retrato psicológico de Lucrezia, a lo largo de su infancia y su breve e infeliz matrimonio.

Solo quería bailar, Greta García (Tránsito Editorial)

De “churro mental” califica su autora Solo quería bailar, y ese es de hecho el efecto que genera el texto al leerlo, una como torrentera literaria, un monólogo interior de corte coloquial, sórdido, y tierno, y loco.

La primera novela de Greta García (Sevilla, 1992) es la narración en primera persona de Pili, una bailarina que ha acabado en la cárcel por un acto terrorista cuyos detalles se nos va desvelando progresivamente y con el que cualquier lector que alguna vez se haya sentido superado por la administración digital o por la burocracia a secas empatizará. De eso va la literatura también, de poder hablar de nuestros deseos más oscuros, de nuestras fantasías más terribles, y proyectarlas en una historia, ya sea creándola o recibiéndola.

Dos particularidades visibles definen esta novela: el uso libérrimo que de la escatología2 hace la narradora, la plantilla sobre la que la Pili construye su lenguaje, y la expresión tipográfica del lenguaje hablado (pensado), dialectal, del sevillano cani, macarra, que es natural de la narradora. Por ser pijotero, por ir de Ricardosenabre, diría que a veces tengo la impresión de que hay incoherencia en ese volcado al texto del uso dialectal del castellano, que es exacerbado cuando se manifiesta en estilo directo, pero que cuando se trata del puro pensamiento que narra, da la sensación de seguir diferentes reglas en diferentes momentos. ¿Por qué la h aspirada aquí sí y allá no? ¿Por qué en este lugar “pa” y en el otro “para”? Imagino que, si esta sensación es exacta, se hace para que la lectura del texto pueda ser accesible a cualquier hispanoparlante. Por otra parte, si como lector entras en la historia, en su forma de narrarla y en esa batidora de mierda que es el cerebro de la Pili, esta incoherencia poco importa.

Un lugar para Mungo, Douglas Stuart (Random House)

Con su primera novela, Historia de Shuggie Bain (publicada en castellano por Sexto Piso), el escritor escocés Douglas Stuart (Glasgow, 1976) ganó el Premio Booker en 2020. Aquella era una narración sobre la preadolescencia de un chaval con madre alcohólica, padre ausente y entorno de clase obrera en el Glasgow de la época Thatcher. A mi gusto, un tanto excesiva, dando vueltas una y otra vez sobre el contraste entre la sordidez de su entorno y la bondad interior de Shuggie Bain.

En Un lugar para Mungo, Stuart da la impresión de reelaborar el mismo universo para construir un relato más interesante y entretenido, con un ritmo más armónico; igualmente sacudido por la sordidez pero dejando que el lector se caldee con algunos rayos de esperanza. Mungo es el menor de tres hermanos de una madre soltera que no para mucho en casa, un piso en un barrio obrero de Glasgow, agitado por la crisis de los años posthatcherianos y dominado por la violencia entre bandas protestantes y católicas. Es un chico sensible y tierno que pertenece a la facción protestante de la que su hermano mayor es uno de los líderes y que se enamora de un vecino católico. Mientras se nos cuenta esto, el relato se alterna con un fin de semana de pesca al que su madre lo ha mandado con dos hombres. Un bildungsroman lleno de ternura adolescente, familias hechas cisco, deseo de amor, masculinidad tóxica, necesidad económica, violencia ambiental y unos personajes plenos de humanidad y miseria, integrados en la dinámica de recibir y provocar dolor, contemplados a través de una mirada poética que evita juzgar.

Un trabajo para toda la vida, Rachel Cusk (Libros del Asteroide)

Rachel Cusk nació en 1967, fue criada en Inglaterra y educada en Cambridge y Oxford. Es ya conocida por el público lector en España ya que Libros del Asteroide le ha publicado otras obras. Segunda casa, que no he leído, apareció en muchas de las listas de mejores libros del año en 2021. Un trabajo para toda la vida fue publicada originalmente en 2001, por lo que lo convierte en un relato pionero de la maternidad, no solo por lo que se cuenta sino por la mirada, crítica y doliente, que pone el foco en lo que tiene de trauma para la madre el nacimiento de su primera hija.

El libro de Cusk refleja a una escritora aguda, lúcida, ingeniosa y penetrante a través de una búsqueda de la identidad, como tantos grandes libros, diarios, memorias… No busca sacarse en el mejor plano como esas madres que se entregan a la crianza con voluntarismo, que la retratan en selfis impecables, gente que, como dice la autora británica “por orgullo, integridad o alguna oscura lealtad consigo mismos, al ver la situación que han elegido deciden sacarle el mayor provecho”.

La tercera clase, Pablo Gutiérrez (La Navaja Suiza)

No abunda la novela social en España, en parte porque este mismo concepto echa para atrás al lector, y es de suponer que a las editoriales, con sus ecos de posguerra y franquismo, de literatura activista y panfleto ideológico. Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978) lleva cultivando desde 2008 una narrativa llena de personajes del descampado, de la periferia, del bloque de viviendas protegidas, con una obra apreciada por la crítica (con Nada es crucial ganó el Premio Ojo Crítico en 2010). En esta ocasión, este profesor de secundaria en Sanlúcar de Barrameda ha querido retratar una realidad que conoce muy de cerca, la vida de un instituto en las marismas del Guadalquivir, un lugar sacudido por la pobreza y el narco.

Desde el principio sabemos que algo pasó a una chavala, suponemos que una muerte violenta, y ese es el hilo argumental que va enhebrando diferentes voces: las de profesores, las de alumnos y alumnas, la del director, la del conserje… una suma de miradas que construyen un paisaje humano y despliegan también uno geográfico, marcado por la pobreza y la falta de esperanza en el futuro.

La tercera clase es un muy bien libro que nos habla de realidades periféricas, de lugares y personas que no suelen ocupar espacio en nuestra literatura. Una literatura que a ratos recuerda al cine de Alberto Rodríguez en el intento de retratar el fracaso del sistema democrático español, con tantas promesas incumplidas para quienes han quedado en los márgenes, y en su despliegue visual que nos lleva de hecho a los parajes de La isla mínima. La vida del bloque, del menudeo en las esquinas, los sofás en la calle y la delincuencia juvenil nos refiere también en términos visuales y temáticos al Baltimore de The Wire.

Las voces de Adriana, Elvira Navarro (Random House)

La nueva novela de Elvira Navarro (Huelva, 1978), que va configurando libro a libro, ladrillo a ladrillo, una muy literaria carrera narrativa, es un libro sencillo, que no grita novedad. No trata temas ni personajes ni cuestiones de actualidad o que tengan una particularidad especial. Pero lo hace con delicadeza, con un estilo contenido y austero, con una poética desnuda de ornamentos. Se trata de una novela no muy extensa sobre dos duelos: el duelo por la muerte de la madre y el duelo anticipado por la enfermedad del padre, que ha sufrido un ictus.

A la novela de Navarro quizá le penaliza que vaya de menos a más, con una primera parte más prosaica, en que se nos cuenta la relación de la protagonista con su padre y con una amiga que ha sido amante del padre, que nos habla de las relaciones que su padre entabla a través de las aplicaciones digitales y de las que ella misma incoa a través de la pantalla del móvil, de sus viajes de Madrid a Valencia para visitarlo. En esa primera parte se nos hace saber que la madre de la protagonista murió y que ese duelo empieza a ser real ahora que también el padre se encamina hacia su final. Una primera parte dominada por la ligereza vital del padre. La segunda parte es una indagación del pasado de la protagonista a través de la casa familiar, una conexión emocional con la que cualquier persona puede empatizar. Y la tercera, un diálogo de la voz de la hija con las de los fantasmas de su abuela y su madre.

Las voces de Adriana me transmite la sensación de novela con la escritura justa. En su extensión, en lo que quiere contar, en el uso de los recursos expresivos, en su engañosa austeridad narrativa, en su ternura sin sentimentalismo.

Chicas e instituciones, Daria Serenko (Errata naturae)

Este librito de poco más de 100 páginas sobre el trabajo de las mujeres jóvenes que trabajan para Instituciones Culturales del Estado ruso recoge los textos de un libro ilustrado publicado en Moscú en 2021 por Daria Serenko, escritora y activista rusa nacida en 1993 y exiliada a Georgia tras la invasión de Ucrania. En la crítica del libro para Babelia, comenzaba la firmante Ángela Molina refiriendo a Amèlie Nothomb y su Estupor y temblores para describir el libro de Serenko. Y creo que es una comparación acertada. Por la escritura autobiográfica y por el tono irónico que bajo su tierna comicidad esconde una crítica al machismo y el despotismo del sistema.

Serenko es, en efecto, activista por los derechos civiles en Rusia, especialmente de mujeres y personas queer, y se ha tenido que marchar a Tiflis por el acoso del régimen putinista. Sin embargo, en Chicas e instituciones no construye un discurso activista. Como queda dicho, tiene más que ver con esa mirada nothombiana que denuncia por la vía del desvelamiento del absurdo. Serenko hace el recuento casi documental, en pequeñas escenas, de la vida cotidiana de esas mujeres que como ella misma me decía en una entrevista, se reían mucho mientras trabajaban, mientras se atiborraban de antidepresivos y luego se iban a casa a llorar a solas. El libro está basado en su experiencia y en la de otra quincena de mujeres, y aunque en su realismo mágico institucional, como lo llama, retrata un lugar y un tiempo, el libro apelará a muchas personas en otros países y en otro tipo de estructuras laborales y jerárquicas de corte machista.

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