Falta de sueño, insomnios, maldurmientes

“Nuestra falta de sueño es una lenta forma de autoeutanasia”, dice el neurocientífico Matthew Walker, autor de Por qué dormimos (Capitán Swing, 2019), un ensayo divulgativo al que llego a través de la lectura de El mal dormir, de David Jiménez Torres, que ha sido publicado como I Premio de No Ficción de la editorial Libros del Asteroide este año.

Jiménez nació en Madrid en 1986. Es hispanista y colabora como columnista en prensa escrita (El Mundo) y como tertuliano en COPE y Onda Cero. Este es su segundo ensayo y es autor, además, de otras dos novelas publicadas.


El mal dormir

Autor: David Jiménez Torres

Editorial: Libros del Asteroide

Páginas: 160

Año de publicación: 2022


En El mal dormir, David Jiménes Torres reflexiona sobre los problemas que lleva sufriendo desde la infancia. En el libro hay sobre todo experiencias propias, pensamientos que surgen de estas experiencias y citas a famosos insomnes y sus obras. Además, ofrece algunos datos científicos para hilar estas reflexiones.

De un ensayo espero hallazgos que me cambien la vida o al menos abran vetas de pensamiento en las que hurgar y profundizar, datos e intuiciones a partir de los que desarrollar puntos de vista. Echo de menos esa sensación de iluminación, de miniepifanía, al terminar de leer El mal dormir. Me sabe a poco. Siendo el escogido para ganar la primera edición de un premio de no ficción me esperaba más. Sin embargo, ha abierto una vía que me ha llevado a profundizar en el tema con Por qué dormimos, y con ambos libros, sí siento que ha sido transformador, que ha dejado huella en mí.

La parte más enriquecedora del ensayo reflexiona sobre los efectos de la industrialización y la sociedad capitalista en los ritmos del sueño y se refiere a ese mal moderno de la hiperactividad, de la necesidad de hacer, hacer, hacer.

Esta relación conflictiva con el paso de las horas no surge de la nada. Las sociedades industrializadas han ido adoptando una idea del tiempo como algo que se debe aprovechar, una potencialidad que, si no se dedica a un uso productivo, ha sido desperdiciada. Es el principio que subyacía a la organización laboral del taylorismo en las fábricas de la primera mitad del siglo XX; y es algo que se ha extendido sin mayor problema a las oficinas contemporáneas. ¿Quién no ha recibido en algún momento consejos (o peor: un taller) para optimizar el uso del tiempo? Por eso provoca ansiedad algo tan aparentemente estéril como el mal dormir. Si no estamos empleando esas horas para trabajar, ni para divertirnos, ni para aprender, ni para ver amigos, ni para descansar, ¿qué estamos haciendo con él, exactamente? Porque no puede ser que no hagamos nada… ¿no?

Como ha argumentado el filósofo Jorge Freire, la expectativa de que el tiempo libre debe ser aprovechado, generalmente en actividades lúdicas (viajes, gimnasio, concierto, maratones), supone uno de los rasgos de la cultura posindustrial. El sujeto contemporáneo sería, en palabras de Freire, un homo agitatus. Y esto nos conduce a una pregunta evidente: ¿cómo se puede conciliar el sueño en medio de tanta agitación?

Lo más satisfactorio que esta lectura me ha traído esel ensayo de Walker, lleno de datos científicos, de sugerencias y explicaciones sobre lo que supone una mala higiene del sueño y que hacen sentir la absoluta necesidad de resolver los problemas asociados a la materia para un mayor bienestar. Y, por supuesto, defiende la siesta:

Cuando abandonamos la práctica innata del sueño bifásico, nuestras vidas se acortan. Tal vez, por eso no es sorprendente que en los pequeños enclaves de Grecia donde la costumbre de la siesta permanece intacta, como en la isla de Icaria, los hombres tengan casi cuatro veces más probabilidades de llegar a los 90 años que los hombres estadounidenses. Las sociedades que han incorporado la siesta a sus hábitos se han descrito como “los lugares donde las personas se olvidan de morir”. La práctica del sueño bifásico natural y una dieta saludable parecen ser las claves para una larga vida.

La pandemia, y el confinamiento extremo de 2020, nos hicieron reflexionar sobre nuestros ritmos vitales, sobre el exceso de actividad, sobre la necesidad de detenernos, de mirar, de estar recogidos… Por supuesto, la mayor parte de la gente se olvidará. Como dice Jiménez en El mal dormir:

Por el motivo que sea, los humanos somos capaces de ajustar nuestra incomodidad existencial a cualquier incremento de bienestar.

Nunca es suficiente, podemos tener más bienestar pero siempre encontraremos formas de ser infelices con ello. Quienes más se benefician del sistema capitalista no están interesados en que nos tomemos la vida con calma. Están deseando volvernos a poner a producir como animales estabulados. Creo que solo los visionarios y afortunados, que sepan disfrutar de la vida como un camino, como un proceso, aprenderán (¿aprenderemos?) a acompasar el ritmo de nuestra actividad al ritmo que nuestra felicidad exige.

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