Recuerdo una noche de 1991. No sé de qué mes. La imagen de José María Carrascal comenzando el informativo nocturno de Antena 3, su voz nasal y el ritmo pausado y particular, un aire como de personaje fordiano: “Las tropas serbias han entrado en Croacia como el cuchillo en la mantequilla…”. Recuerdo también, antes, o después, una tarde soleada de agosto de 1991 en la ribera de un río en un pueblo del Bierzo. Me faltan detalles en la memoria. Solo la radio sonando, quizá a través de la puerta abierta de la Nissan Vanette plateada que por entonces tenía mi familia, informando sobre el golpe de Estado militar en Moscú, la fracasada revuelta contraria a la desmembración de la URSS, mientras disfrutábamos de un feliz día de campo. Recuerdo a Yeltsin sobre un tanque. Las manifestaciones en defensa de la democracia. Pero ya no sé si mi memoria las recrea a partir de las crónicas radiofónicas, de las imágenes televisivas que luego vimos o de alguna fotografía del periódico, que mi padre compraba todos los días. Todas, imágenes que se mezclan como en la cabecera de una serie televisiva de época.
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