En el prólogo a El infinito viajar, Claudio Magris reflexiona sobre el viaje y el cronista de viajes. Para el intelectual italiano, el escritor-viajero “desciende como un arqueólogo a las diversas capas de la realidad, para leer también los signos ocultos bajo otros signos, para recoger tantas existencias e historias como sea posible y salvarlas del río del tiempo, de la supresora ola del olvido, casi construyendo una frágil Arca de Noé, al mismo tiempo irónicamente consciente de su precariedad”.
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