Reseña de ‘Ceniza en la boca’, de Brenda Navarro

Ceniza en la boca de Brenda Navarro (México D.F., 1982), es la historia de una joven mexicana emigrada a España, que trata de comprender las razones del suicidio de su hermano pequeño, Diego, recién entrado en la juventud. La búsqueda de esas razones es el detonante para que repase la vida de ambos, de su familia. 

La novela recorre, no en este orden, el pasado de violencia en México, la vida precaria en  Madrid junto a su madre y su hermano y la marcha de ella a Barcelona, donde trata de abrirse paso cuidando a personas mayores y limpiando, mientras establece redes de apoyo con otras mujeres.

Para mí irnos de México significaba huir de la violencia que terminó arrasando con mi familia, pero en España nos esperaba otro tipo de violencia, una menos aparatosa pero igual de cruel, en donde te exigen lealtad mientras te violenta y minuciosamente por qué no eres como ellos”

Es un libro incómodo, un relato que coloca frente a un espejo a la clase media española urbana, nos abofetea. Al fin y al cabo, ese también puede ser un valor literario, incomodarnos, hacer que nos repensemos. Incluso enfadarnos con un personaje.


'Ceniza en la boca', de Brenda Navarro

Ceniza en la boca

Autora: Brenda Navarro

Editorial: Sexto Piso

Páginas: 196

Año de publicación: 2022


En Ceniza en la boca, la segunda novela de Navarro, hay violencia, hay racismo, hay injusticias, machismo, suicidio. Y un español flexible, directo, que tanto cuesta encontrar en el castellano peninsular. Y una canción de Vampire Weekend, “Sympathy”, que habla sobre el hermanamiento de dos religiones cuando llegó una tercera y se unen contra ella, del ping-pong del deseo, de una isla del Índico llamada Diego García -como el protagonista de la novela- en la que hay bases estadounidenses, “desesperado por un enemigo pero demasiado asustado para matar, usa el dolor de otro”.

Ceniza en la boca no es maniquea, por cierto. Es solo el grito desesperado, precisamente, de una mujer encabronada con la vida y sus circunstancias.

Desde que llegamos a España estábamos como amputados, pero sin diagnóstico. Como que nos faltaba algo, pero todos lo negaban. ¿Faltarnos algo? ¡Al contrario! ¡Si lo habíamos conseguido todo: casa, papeles, mamá! ¿Qué nos podían amputar? Pues México, pensaba yo. Nos amputan México. Pero México no como país, sino como lo que dicen que es saudade. Te da saudade, te enfermas, te mueres un poco. ¿Cómo no iba a entender a Diego?

¿Qué es lo que más te encabrona de vivir aquí?, le pregunté una vez. Que ya no puedo bailar, me dijo un día. Ya no bailamos. Y era verdad, ya no bailábamos. Ya no había casa de los abuelos, ni lugar para poner música a todo volumen, ni comida caliente: ya no había infancia, habíamos dejado de ser”

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